LA AMARGURA Y LA FALTA DE PERDÓN PUEDEN MATAR

La falta de perdón y la amargura constituyen el origen de muchas enfermedades. Los médicos, científicos e investigadores han encontrado pruebas concluyentes acerca de que existe una conexión más estrecha entre la mente, el cuerpo y el espíritu de lo que se había creído. Esto necesariamente no refleja un nuevo descubrimiento si estudia la Palabra y recibe una revelación de Dios sobre los espíritus arraigados que se apoderan de nosotros. La relación entre rechazo/rebeldía/amargura y las enfermedades físicas y psicológicas no es una novedad en el ministerio de liberación. La buena noticia es que para aquellos que necesitan liberación hay una biblioteca de investigación creciente sobre la relación entre el espíritu de doble ánimo (el individuo que es inconsistente, impredecible, vacilante, carente de firmeza y de control emocional, y que tiene problemas para tomar decisiones) y las enfermedades físicas.
La amargura, el resentimiento y la falta de perdón abren la puerta a la artritis, cáncer, trastornos autoinmunes, y muchas otras patologías. Pero dos de los problemas de salud principales en personas con amarguras son el cáncer y la artritis. Esto no implica que todo aquel que padece de estas patologías esté sujeto a la amargura, rechazo u otro demonio relacionado con el doble ánimo; sino lo que intento explicar es que estas cuestiones espirituales pueden ser la causa de fondo, y con la guía del Espíritu Santo hemos visto a personas ser sanadas de estas enfermedades durante la ministración de liberación.
Muchas de estas patologías comienzan a manifestarse en las personas a medida que comienzan a envejecer. Durante el curso de sus vidas no han perdonado, han guardado rencores, no han soltado a personas, se han aferrado a la ira y no han sido libres. Después de muchos años sus cuerpos comienzan a verse afectados por la amargura, el resentimiento y la ira. Existe un efecto profundo en su cuerpo cuando la amargura tiene lugar en su sistema.
El enojo y la ira, ambos arraigados en la amargura, tienen un efecto pronunciado en el sistema nervioso autónomo y en el sistema inmunológico. Por supuesto, es su sistema inmunológico que lo protege de las enfermedades. Si su sistema inmunológico no funciona, su cuerpo no tiene la capacidad para atacar las infecciones y enfermedades. Cuando usted está lleno de ira, enojo o temor, el nivel de adrenalina en su sangre aumenta, lo cual impulsa a su cuerpo a pelear o correr. Esto se conoce como reacción de lucha o huida. El aumento de adrenalina causa contracciones y espasmos en los músculos lisos de los intestinos, estómago, vejiga y vasos sanguíneos, la cual posteriormente causa muchas reacciones físicas si se activa por un período prolongado. Para muchos en nuestra sociedad, tratar con la ira, el temor e incluso el estrés forma parte de la vida cotidiana; no obstante, es un lugar destructivo para permanecer.
La amargura tiene efectos pronunciados en el sistema inmunológico, al disminuir su resistencia a las enfermedades y alterar el mismo para que se produzcan las alergias. La respuesta autoinmune tiene lugar cuando su sistema ataca a ciertas partes de su propio cuerpo, como la artritis, fibromialgia, lupus, ciertas patologías cardíacas, algunos tipos de cáncer, diabetes tipo 1 y varias alergias. Estas son las que se conocían anteriormente con el nombre de “enfermedades del colágeno”, hoy conocidas como enfermedades autoinmunes.
Puesto que la raíz de amargura proviene de la ira y el enojo reprimidos, y por lo general hay también falta de perdón, el cual puede ser hacia usted, otros o Dios, cada área de su cuerpo es un blanco potencial para el enemigo.
La amargura surge de la ira o enojo reprimidos que se producen a causa de la rebeldía u obstinación. Muchas veces la obstinación se manifiesta a través de la negación a perdonar. La Biblia dice: “Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación” (1 Samuel 15:23). Esto nos deja un mensaje. Cuando de forma obstinada nos negamos a perdonar a alguien y en cambio decimos: “Nunca voy a perdonar a esa persona. Siempre la voy a odiar. Nunca voy a olvidar lo que hizo. Usted no sabe lo que me sucedió. No sabe lo que me hizo. Tengo el derecho de estar enfadado. Tengo el derecho de estar molesto con esta persona. No la voy a perdonar”, significa que nos estamos aferrando a la falta de perdón, a pesar de que Dios nos manda a perdonar al prójimo.
Algunos creen que no pueden perdonar porque no sienten hacerlo. La realidad es que hay muchas cosas que deberá hacerlas por fe. Usted no puede actuar solo de acuerdo a lo que siente, porque puede tener ganas de darle puñetazos a una persona. El perdón no siempre será un acto de fe, sino que también se requiere de un acto de su voluntad. Puede encontrarse con que tiene que actuar y pedir perdón, y con la fortaleza de Dios, podrá realmente hacerlo. El poder perdonar le traerá sanidad a su cuerpo, mente y espíritu.
La culpa es un demonio poderoso del cual debe ser librado. Puede pedirle a Dios que lo perdone, como también a las personas a quienes haya podido herir, pero más importante aún es que pueda perdonarse a usted mismo. Para muchos esta es la parte más difícil. Creen que Dios los ha perdonado, al igual que otras personas, pero no pueden perdonarse a sí mismos.
Todos hemos hecho cosas de las cuales no nos enorgullecemos; pero debemos recordar que cuando hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance para remediar la situación, Jesús es nuestra justicia. Él nos cubre. Si no podemos comprender en nuestro espíritu este principio, entonces seremos afligidos por muchas enfermedades y dolencias, ya que existe una conexión entre el espíritu, alma y cuerpo. La Biblia dice: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Juan 1:2). Su alma es su mente, voluntad y emociones. Si su alma no está sana y se encuentra sujeto a heridas, vergüenza, culpa, temor y rechazo, con el tiempo su cuerpo se verá afectado. No siempre sucede de la noche a la mañana. Cuanto más tiempo esté sujeto a estas cosas, mayor será el daño que le provocarán.
Debemos pedirle al Señor su sabiduría para saber cómo abordar estos problemas. Sus dones—palabra de conocimiento, palabra de sabiduría y descernimiento de espíritus—y su Espíritu Santo pueden darnos entendimiento sobre cómo encontrar la sanidad de estas cuestiones, incluso más allá de lo que puedan hacer los doctores. Debe depender del Espíritu de Dios para ser sanado y liberado de todo enemigo.