¿QUE TIENES EN TUS MANOS?

“Entonces Moisés respondió diciendo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová. Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara” (Éxodo 4:1-2).
Moisés representa a todos nosotros, una persona con muchos talentos, pero con muchas excusas. Inclusive luego de que Dios le dijera que iba a estar con él, el capítulo 6, versículo 30, nos dice que respondió a Jehová que era torpe de labios para que Faraón hiciese caso a su propuesta de dejar ir libre a Israel de la esclavitud de Egipto.
Antes de que nos pongamos muy espirituales y asumamos una actitud de crítica hacia Moisés, la misión que Dios le encomendaba era una tarea descomunal. Dios siempre nos retará a realizar proyectos mayores que nuestra capacidad. Muchas veces pienso que lo hace con la intención de que cuando lo alcancemos, reconozcamos que sin Él no hubiera sido posible. Como Moisés, estaremos tentados a enumerar el listado de excusas para no realizarlo, como: “No tengo los recursos ni la preparación”, o “No sé hacer eso”, entre tantas otras cosas, como si Dios nuestro creador no lo supiera. Precisamente esa será la razón mayor para encomendarnos su misión. Fíjate en la historia de Moisés. Dios no le dice nada al respecto; solo le pregunta una cosa: “¿Qué es eso que tienes en la mano?” Una vara. Una vara puede representar varias cosas. Vamos a verlo como algo común. Ese algo común somos nosotros, pero en las manos de Dios nos convertimos en algo extraordinario.
Como dice la Palabra en 1 Corintios 1:27-29:  “Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia”.
Dios nos escoge a pesar de nuestras debilidades para realizar cosas extraordinarias. Un ejemplo de personas que marcaron la historia fue Alexander Graham Bell, quien inventó el teléfono. En el año 1876 mostró su invento al entonces Presidente de los Estados Unidos, Rutherford Hayes, quien dijo: “¡Qué invento más sorprendente, pero ¿a quién se le va a ocurrir tener uno?”. Hoy día la historia es otra.
Narro este evento porque conozco a personas con muy buenas ideas, que a la hora de actuar se descalifican ellos mismos porque no creen. No importa por lo que hayas atravesado o cuál sea tu experiencia de vida, Dios te ha dotado de talentos y capacidades para ser usados; no engavetados. Creo que es un tiempo donde Dios está levantando personas que marquen su generación por medio de los talentos que Él mismo nos otorgó. Todavía hay historias qué escribir, ideas qué desarrollar y proyectos qué realizar. A diferencia de personas que hacen cosas por la necesidad del momento, nosotros los hijos de Dios las hacemos con una finalidad: para que Él sea glorificado.
Es importante que entendamos dos principios importantes: el don que Dios nos ha dado y nuestra incapacidad de expresar el don sin su intervención. El don es una dádiva o regalo de parte de Dios para nosotros. Desde el momento en que Él nos pensó, nos creó con capacidades específicas para un rol especifico. Él reparte estos dones o capacidades en forma distinta. Es cierto que podemos aprender cosas nuevas, pero  existen talentos únicos para cada uno. Romanos 12:6-8 dice:
De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que no es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.
Es importante destacar que aquí Pablo habla de dones espirituales, pero Dios también nos entrega talentos en el deporte, el arte, las comunicaciones, que son depositadas en tus manos para transformar vidas. Me gusta mucho la lista de dones y la finalidad de los mismos: profetizar, servir, enseñar, exhortar, repartir, presidir y hacer misericordia, y todo esto por medio de la gracia que nos fue dada. Aun la idea del teléfono, la bombilla, romper o establecer un récord, el éxito empresarial no hubieran podido alcanzarse si Dios no hubiera otorgado el talento.
Por otra parte, es importante conocer nuestra condición para que al final reconozcamos que no alcanzamos nuestros logros personales por nosotros mismos, sino que la gracia de Dios nos permitió alcanzarlos. Como dice en 2 Corintios 12:9:  “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”.
La vida de Pablo refleja que sus conocimientos, recursos o posiciones no sirvieron de nada porque en su momento más difícil tuvo que reconocer que era precisamente en su condición de debilidad que reposaba el poder de Cristo. Hoy muchas personas ven la debilidad como algo negativo, sin entender que en Dios es necesario reconocer nuestra incapacidad para que en Él podamos ser útiles. Cuando entendemos que todo proviene de Él, usaremos aquello que Dios nos dio para su gloria. Es un peligro pensar que son mis capacidades las que me llevaron a ser quien soy. Este tipo de pensamiento humanista no honra a Dios. Mi vida debe honrar a Dios. Pablo hace una  advertencia clara sobre nuestros dones. En una carta dirigida a Timoteo, 1 Timoteo 4:14 dice: “No descuides el don que hay en ti”…
Pablo quería asegurarse de que Timoteo no descuidara el hecho de que había sido llamado y que era parte de un plan que se cumpliría por medio del don que se le había otorgado. El descuidar es no usar el don o usarlo para otros propósitos que no fue el original. Es triste ver personas que por temor o negligencia no usan el regalo que Dios les otorgó o lo usan con la finalidad incorrecta.
Pablo escribe esta carta a Timoteo, un joven a quien amaba como un hijo, urgiéndole a no descuidar el don que Dios le entregó. En ocasiones asumimos una actitud de negligencia, sea porque nos descuidamos en el camino o estamos muy ocupados haciendo cosas que no son de prioridad. El hecho es que si Dios te capacitó, no hay razón para pensar lo contrario. Los miedos también pueden hacer que descuidemos nuestro don y por lo tanto, nuestro llamado.
Ahora quiero volver a la pregunta inicial que Dios le hizo a Moisés: “¿Qué es eso que tienes en tu mano?”. El Señor le estaba diciendo: yo sé quién eres y lo que eres capaz de hacer. Dios nos conoce mejor que nosotros mismos. El desafío que Dios le hizo a Moisés, hoy lo está haciendo con esta generación. Y porque Él nos conoce, también nos capacita. David muy bien lo expresa en Salmo 139:1-3:
“Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; Has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos”.
En nuestra humanidad no podemos ver lo que Él ve. Él ya sabe de antemano lo que tiene preparado para nosotros y nos ha dado su Espíritu Santo a los que hemos creído en Él para vivir confiados. Posiblemente al mirarte no veas nada impresionante, pero es ahí donde Dios se glorifica. En más de una ocasión me he encontrado en momentos donde no podía ver cómo Dios podía usarme y menos de qué manera. La convicción de que Dios me ha llamado y me ha otorgado dones que todavía estoy descubriendo me da la confianza de hacer aquello que reconozco que en mis fuerzas no podría hacer.
Cuando Dios te llame a realizar algo, debes entender tres cosas: has sido creado para Él, Dios te ha capacitado y Él conoce el final de tu historia. En primer lugar, hemos sido creados por Dios como lo establece Efesios 2:10: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparo de antemano para que anduviésemos en ellas”.
No somos un accidente del cosmos. Dios nos creó conforme a su imagen y semejanza para su propósito. Somos sus hijos y como tales, debemos reflejar el carácter de Dios.
Segundo, nos ha capacitado como dice Proverbios 2:6: “Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia”.
Todo lo que necesitas está en su Palabra, el manual de vida para que entiendas que eres capaz en Él. La capacidad proviene de Él para hacer cosas en su nombre.
Tercero, Dios conoce el fin de tu vida como dice Jeremías 29:11: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”.
Tu historia se inició en su pensamiento y no terminará hasta que Él cumpla su plan en ti. Comprender esta verdad hace que podamos responder con seguridad a su llamado.

TRES PUNTOS DE PODER EN LA ORACIÓN DE EZEQUÍAS

La oración de Ezequías contiene tres importantes “puntos de poder” que debemos entender. Echemos un vistazo a cada uno cuidadosamente.
Primer punto de poder
“Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, que moras entre los querubines, solo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú hiciste los cielos y la tierra” (Isaías 37:16).
Describir a Dios como el que “mora entre los querubines” era primeramente una referencia al arca de la alianza que estaba detrás del velo en el templo. Su tapa, hecha de una sola pieza de oro macizo, tenía dos querubines de oro que enfrentaban la gloria de Dios que descansaba sobre el propiciatorio. También en el templo de Salomón había dos querubines de mayor tamaño ubicados a ambos lados del arca, mirando hacia afuera, cuyas alas se tocaban entre sí y también tocaban las paredes a ambos lados. Hacer referencia a los querubines era una forma de declarar que Israel estaba orando:
Al verdadero Dios de los cielos, cuya presencia estaba en medio de ellos.
Al Dios de Moisés, que había establecido un pacto con ellos en el Monte Sinaí, donde reveló el diseño del arca.
Al Dios que había proporcionado expiación por ellos (anual, en el Yom Kipur o Día de la Expiación, cuando la sangre de un macho cabrío era rociada sobre el propiciatorio), lo que hacía de ellos un pueblo perdonado y reconciliado con Dios.
Sin embargo, el templo y sus muebles no eran más que “figura y sombra de las cosas celestiales” (Heb. 8:5). Así que con estas palabras Ezequías estaba declarando que existía una conexión entre el lugar santísimo en el templo y el verdadero Santo de los Santos en el mundo celestial superior. Él y el resto de los hijos de Israel estaban reconociendo que tenían una “palanca” sobrenatural.  Sabían que estaban apelando al Dios de todos los dioses en el más alto de todos los niveles, aquel que mora entre los querubines que viven en las alturas de los cielos, en la cúspide del universo espiritual.
Los querubines son seres celestiales únicos que tienen los rostros de cuatro criaturas (un buey, un león, un águila y un hombre). Están llenos de ojos por delante y por detrás; por dentro y por fuera; y proclaman sin cesar: “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir” (Ap. 4:8, ver también Ez. 1:5-10). Su ocupación en un principio era “guardar el camino del árbol de la vida” (Gn. 3:24). Así que hacer un llamamiento a Aquel que “mora entre los querubines” es decir: “Dios Todopoderoso, no hay dios más alto que tú, ni autoridad mayor que la tuya. Eres omnipotente, omnipresente y omnisciente. Así como los querubines están llenos de ojos, en tu infinito conocimiento tú ves todas las cosas en el pasado y en el futuro, todas las cosas internas y externas, ocultas y manifiestas. Tienes la intención de llevarnos de regreso al dominio que Adán perdió en el principio y al árbol de la vida, la fuente de la vida eterna. Todos los demás dioses son falsos. Todos los demás dioses son impotentes. Tú eres santo y todos los reinos del mundo están sujetos a Ti”.
Acción a tomar: Reconozca a Dios como Aquel “que mora entre los querubines”, y como Aquel que tiene conocimiento y existencia infinitos. ¡Él es el Creador del cielo y de la tierra!
Segundo punto de poder
“Inclina, oh Jehová, tu oído, y oye; abre, oh Jehová, tus ojos, y mira; y oye todas las palabras de Senaquerib, que ha enviado a blasfemar al Dios viviente” (Isaías 37:17).
Esta es una petición para que Dios bloquee los diabólicos planes del enemigo, y para que se haga cargo de la batalla. Ezequías estaba diciéndole a Dios que si los judíos eran ridiculizados, Dios mismo estaba siendo ridiculizado, ya que el enemigo había declarado que el Dios de los judíos no tenía poder para liberarlos.
Acción a tomar: Pídale a Dios que incline sus oídos y sus ojos para que escuche lo que las fuerzas satánicas están conspirando en su contra, y que derribe sus planes. Pídale que se haga cargo de su batalla, diciendo: “Dios mío, ¡no dejes que los demonios se burlen de ti!”. ¡La batalla es de Dios, no suya!
Tercer punto de poder
“Ahora pues, Jehová Dios nuestro, líbranos de su mano, para que todos los reinos de la tierra conozcan que solo tú eres Jehová” (Isaías 37:20).
La palabra hebrea yasha se traduce como “salvar”, pero también como “defender”, “liberar”, “rescatar”, y “preservar”. Él es “Dios nuestro Salvador” (1 Tim. 2:3), “el Salvador del mundo” (Jn. 4:42), y “el Salvador de todos los hombres” (1 Tim. 4:10). El mismo nombre Yeshúa (Jesús) significa “salvación de Dios”, y su nombre es toda una representación de su naturaleza. Eso es lo que Él es. Eso es lo que Él hace. Él salva, ¡y todo es para su gloria!
 Acción a tomar: Pídale a Dios que lo salve, que lo defienda, que lo libere, que lo rescate, y que lo preserve. Declare sus títulos de Salvador sobre su vida, ¡y pídale que lo libere para que otros también puedan ver su gloria!

LA IMPORTANCIA DEL DÍA DEL SEÑOR


Posiblemente, nunca se había cuestionado tanto como ahora el carácter, la vigencia y la importancia del  del Señor como el  de reposo . Por un lado, están aquellos que insisten en el sábado como el  a guardar no solo en el Antiguo Testamento sino en todos los tiempos.

Por otro lado, están los que vacían el  de reposo de su carácter vinculante, reduciéndolo a una mera ordenanza veterotestamentaria.

El , sin embargo, no es . Hace más de un siglo, los autores de este opúsculo–J.C. Ryle y A.A. Hodge–escribieron  dar una respuesta clara y bíblica a las objeciones que ya entonces se levantaban contra lo que había sido la interpretación histórica y el consenso  de la Iglesia desde los tiempos de los Apóstoles.

En la  parte, J.C. Ryle  contundentemente la autoridad bíblica sobre la que descansa el  de reposo, el propósito de dicho , la forma en que debe guardarse y la manera como es profanado, concluyendo con una vehemente exhortación a que sea verdaderamente santificado.

En la seguna parte, A.A. Hodge demuestra tanto por la Biblia como por la  de la Iglesia que el  del Señor que guardamos los cristianos es esencialmente el mismo que el  de reposo que se observaba en el Antiguo Testamento, y que solo el  (del séptimo al primer  de la semana) ha cambiado.