FE Y EXCELENCIA

Marcos 11:7-9 Reina-Valera 1960 (RVR1960) 

Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él. También muchos tendían sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían por el camino.Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: !!Hosanna! !!Bendito el que viene en el nombre del Señor!

Hay muchas personas que hablan de la fe ciega, es decir de la fe que cierra los ojos y lo deja "todo" en manos de Dios y decide confiar en que Dios sabe lo que nos conviene, y con ello deciden "acercarse" al Dios en el que dicen creer. Otras personas deciden creer que Dios quiere cosas buenas para ellas y que cuando las cosas "se van dando", es porque la mano de Dios esta de por medio, aunque no estén del todo seguras de ello. 

El asunto es que en nuestra fe, siempre dejamos las cosas de Dios en lo informal y en lo casual, ya que olvidamos constantemente quien y como es Dios, abrimos iglesias en bodegas y cocheras, hacemos actividades de limosnas, y muchas cosas suelen ser improvisadas, de hecho pretendemos que otras personas nos den un mejor precio en lo que compramos ya que es "para la obra de Dios", de manera que nada de lo que hacemos para Dios pareciera merecer lo mejor y lo primero. 

La Biblia nos habla justo de todo lo contrario, lo primero y lo mejor debe de ser siempre para Dios, ya que Dios siempre nos ha dado lo primero y lo mejor, empezando por su Hijo quien dio su vida por nosotros y todo aquello que esta en nuestra vida cotidiana. Es precisamente porque nosotros no tenemos esa consideración con Dios y porque no estamos dispuestos a dar lo primero y lo mejor, que muchas veces nos conformamos con decir "Dios por algo hace las cosas" y frases por el estilo, ya que nuestra consciencia nos acusa todo el tiempo, ya que en nuestra naturaleza esta el hacer como Dios nos indica, aunque nuestra mente y nuestro corazón nos traicionan todo el tiempo. Ya que las cosas de Dios quedan en un segundo y tercer plano todo el tiempo, suelen ser improvisadas y con una naturaleza contraria a la de Dios, piense en esto, Dios planeó la cruz antes de crear al hombre, es decir, somos parte de un plan perfecto y eterno, todo esta planeado, ya que Dios pretende que no nos perdamos de absolutamente nada y que podamos ejercer nuestro papel de herederos de lo mejor. 

La cita de hoy habla de Jesús, quien venía a cumplir su papel en el plan perfecto de Dios de salvar a la humanidad, y como hijo del Dios vivo, no pretendía entrar a Jerusalem como ladrón y por la puerta trasera, por el contrario, lo hizo por la puerta principal y anunciando su llegada, y fue precisamente por eso que aunque las personas no entendían exactamente de qué se trataba este evento, celebraban en su corazón que el día de su salvación estaba cerca, ya que estaba escrito en la palabra de Dios y en la copia de su palabra que sembró en nuestro corazón, por tanto el evento hacía total lógica y llenaba de júbilo a todos los que estaban ahí. De igual manera, es nuestra naturaleza a imagen y semejanza de Dios, la que nos da la capacidad de hacer cosas excelentes, extraordinarias, perfectas y que reflejen a Dios en todo, siempre que tengamos un plan y siempre que lo pongamos delante de Dios, este va a ser perfecto y va a ser celebrado como la entrada de Jesús a Jerusalem, el vivir bajo la idea de un Dios que "por algo" hace las cosas es mediocre y antibíblico, el planear es parte de nuestra naturaleza, el ver las cosas con anticipación es parte de nuestro diseño y tanto Dios como la naturaleza están esperando ansiosos el celebrar la ejecución gloriosa de cada uno de nuestros planes, tal como la entrada de Jesús a Jerusalem.

DESDE DONDE ESTES

Nehemías 7, nos relata cómo Dios envía al profeta Nehemías a restaurar las murallas.  La ciudad era grande y espaciosa, pero no había sido reedificada.  Lo curioso es que tanto el templo como el servicio a Dios ya habían sido reedificados.
Podemos involucrar nuestra vida en reconstruir el servicio a Dios, pero es necesario que entendamos  que las murallas también deben ser reconstruidas.  Por mucho tiempo, el énfasis en muchas iglesias ha sido restaurar el culto a Dios; venir a la casa de Dios, adorarle, ofrendar, diezmar.
Para que una nación sea transformada no es solamente necesario reconstruir el templo y el servicio a Dios, sino que también hay que restaurar las murallas de la ciudad.  Lamentablemente, la mentalidad que ha permeado es la de crear una burbuja.  Es cierto que no podemos obligar a todo el mundo a que sea cristiano, pero sí podemos, en el lugar donde Dios nos ha posicionado, llevar la experiencia que Dios nos ha dado.  Entonces, a través de nuestras vidas, podemos transformar a los que nos rodean.
Los hombres y mujeres que nosotros predicamos y celebramos, ninguno tuvo que ver con un llamado sacerdotal. Abraham, David, José, Daniel, Rahab, Deborah, Ester, etc., no eran apóstoles, pastores, evangelistas, maestros; eran creyentes, pero ninguno ejerció un llamado ministerial eclesiástico para que los admiremos.  Ester fue enseñada para ser una reina, no una pastora.  Y, desde esa posición de reina, era que Dios la iba a usar para preservar a un pueblo.
Hay un sin número de llamados en la iglesia para que, desde la iglesia, llevemos hacia afuera el verdadero mensaje de transformación.  Dios quiere usarte desde tu profesión, desde tu trabajo, para restaurar las murallas de la ciudad.
Nehemías no tan sólo restauró las murallas sino también las puertas de la ciudad.  En aquella época, los negocios se hacían en las murallas y en las puertas de la ciudad.  En toda la biblia, aun en la mayoría de las parábolas de Jesús, lo que se utilizó fue el negocio.   Dios utilizó el diario vivir de la gente para dejarles saber que aun en el lugar en que se encuentran podrían hacer la gran diferencia.  En el reino de Dios, ninguno es más grande que otro por los títulos, sino que el más grande es aquel que sirve, siguiendo el ejemplo de Aquel que no vino a ser servido, sino a servir.
El traer la gente a la iglesia es una pequeña parte de lo que Dios quiere que hagamos, porque no vamos a restaurar la ciudad trayendo a todo el mundo a la iglesia.  La biblia no dice que llamó a algunos apóstoles, pastores, evangelistas, maestros y profetas para hacer más apóstoles, profetas, pastores, evangelistas, maestros.  En el libro de Efesios, lo que nos dice es que Dios dio estos cinco ministerios para la perfección de los santos.
Cada vez que vienes a la iglesia, Dios lo que hace es perfeccionar a un santo. La gente piensa que ser santo tiene que ver con pureza y sin errores. En Jeremías 1, Dios dice: Antes que naciese te conocí y te santifiqué.  En el original, es te separe con un propósito.  Todo aquel que sabe que ha sido separado con un propósito se cuida de no estar haciendo lo incorrecto.  Somos santos, y no es porque seamos perfectos, sino porque él pagó un alto precio en la cruz del Calvario.  Aun por encima de tantos problemas, Dios te ha guardado, porque te ha santificado, te ha separado para un propósito.
Nunca permitas que alguna iglesia, pastor o líder de la iglesia, y mucho menos el mundo, menosprecien el llamado de Dios para tu vida.  Tan importante es aquel que día a día tiene que trabajar en el mundo secular, como aquellos que tienen posiciones eclesiásticas.  Desde donde estés, en lo que labores, hazlo con excelencia, de manera que, cuando el mundo te vea, vea la diferencia que hace Dios en tu vida.

EL SELLO DEL ESPIRITU

La palabra sello, o sellar, tiene básicamente cinco significados. Primero, se refiere a lo que autentifica o comunica autoridad. Establece la validez o autenticidad de un documento o declaración. Un sello indicará si un documento, o una firma, es real o falso. 

Segundo, es una marca de propiedad. Indica que algo le pertenece a otro, que es propiedad de alguien. El sello tiene una imagen particular en él, demostrando que pertenece sólo a esa persona. En el antiguo Oeste, los rancheros marcaban su ganado con su sello para demostrar que eran de su propiedad. 

Tercero, un sello también se usa para propósitos de seguridad. Un sello se puede poner en un paquete, por ejemplo. Pero si ese sello se rompe, usted sabrá que ha sido alterado. Cuarto, un sello puede indicar aprobación. 

Hablamos del “sello de aprobación”. Esto significa que aprobamos a una persona en la que ponemos nuestro sello. Quinto, a veces hablamos de que el destino de alguien está sellado. Quizá decimos que una persona “selló su destino” mediante un comentario que hizo. Se refiere a la posibilidad de un destino inmutable, una vez que se ha puesto en ello el sello. Todos los hijos de Dios tienen el sello de Dios en ellos. En pocas palabras: Todos los que tienen fe salvadora están sellados con el Espíritu Santo. “El fundamento de Dios es sólido y se mantiene firme, pues está sellado con esta inscripción: «El Señor conoce a los suyos»” (2 Timoteo 2:19). 

Primero, Él nos autentifica. Hemos recibido autoridad para convertirnos en hijos de Dios (Juan 1:12). 

 Segundo, Él nos posee. No somos nuestros; hemos sido comprados por precio (1 Corintios 6:20). Sin duda, Dios “nos selló como propiedad suya” (2 Corintios 1:22). 

Tercero, el sello de Dios sobre nosotros garantiza nuestra seguridad. “Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos” (Salmo 91:11). 

Cuarto, no hay nada más grande que tener la aprobación de uno cuyo poder, autoridad e integridad importan. Timoteo tenía la aprobación de Pablo. “No cuento con nadie como Timoteo” . . . él “ha dado muestras de lo que es” (Filipenses 2:20, 22). Finalmente, nuestro destino eterno está sellado. Pablo dijo: “No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención” (Efesios 4:30).  

EL REINO DE DIOS

Si preguntaras a cien cristianos diferentes lo que es el reino de Dios, probablemente recibirías unas cincuenta respuestas diferentes. La creencia más común es que el reino de Dios es la Iglesia. Aunque esto sea en parte verdad, no es toda la verdad. La verdad es que la Iglesia está en el reino, pero que el reino es mucho más amplio que la Iglesia. La Iglesia es el factor principal, su representante con la autoridad del reino; pero el reino de Dios es mucho más que la Iglesia. Engloba todo lo del reino de Dios en el cielo y en la Tierra. Esta es tal vez la verdad más malentendida en la Biblia y es algo que el enemigo ha hecho para causar confusión a la Iglesia respecto a su misión. Por amor a la claridad, déjame definir el término reino (Kingdom). En inglés* proviene de dos palabras—king (rey) y domain (dominio). 

La Biblia nos enseña en Apocalipsis 19:16 que Jesús es el Rey de reyes. Apocalipsis 1:5 llama a Jesús “el príncipe de los reyes de la tierra”, refiriéndose a los gobernantes en la tierra ahora mismo. Jesús declaró ser rey en Juan 18:37. Pablo le llama el “único Potentado, el Rey de reyes, y Señor de señores” (1 Timoteo 6:15). Efesios 1:21 dice que Jesús está muy por encima de todo principado y poder, y fuerza, y dominio y de todo nombre que es nombrado, no solamente en este mundo, sino también en el venidero. Filipenses 2:10-11 ordena a toda rodilla a arrodillarse y a toda lengua a confesar que Jesucristo es Señor en el cielo y en la Tierra. El Salmo 24:1 nos dice que “la tierra es del Señor”. Salmo 96:10 declara que Dios reina entre las naciones. Numerosos salmos han declarado el gobierno de Dios sobre la Tierra una y otra vez. Siendo las Escrituras tan claras en este asunto ¿por qué entonces la confusión? ¿Por qué tantos cristianos viven y actúan como si el gobierno de Dios sólo fuera para la Iglesia o para la próxima vida? ¿Podría ser porque hay una mala interpretación de las Escrituras? Vamos a ver algunos ejemplos: 

En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados, en los cuales andaban conforme a los poderes de este mundo. Se conducían según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia. En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos. Como los demás, éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios" (Efesios 2:1-3). "Sabemos que somos hijos de Dios, y que el mundo entero está bajo el control del maligno" (1 Juan 5:19). Estos versos nos enseñan básicamente que actualmente el sistema mundial está siendo influenciado y controlado por el enemigo; ¡pero en ningún sitio de las Escrituras dice que Satanás tenga el derecho a continuar haciendo esto! Yo sostengo que Jesús nos dijo en la oración del Señor que hagamos que la Tierra refleje el cielo: buscando primero su reino y su justicia. 

Creo que esto significa que nuestra misión no es simplemente discipular a las personas con tal de que lleguen al cielo, sino también echar por tierra el sistema satánico actual y declarar: “El reino de Dios ha venido”—ha sido inaugurado ahora—(ver Mateo 4:17; 12:28). Esto significa más que solamente echar fuera demonios de la gente, también significa echar fuera demonios del sistema, de las familias, del vecindario, de comunidades, ciudades e incluso ¡naciones! Según Colosenses 2:15, Jesús ya ha desarmado a Satanás. ¡Ahora depende de la Iglesia el “desplazarle”! Aquí tenemos otra escritura malentendida: “De nuevo lo tentó el diablo, llevándolo a una montaña muy alta, y le mostró todos los reinos del mundo y su esplendor. Todo esto te daré si te postras y me adoras. ¡Vete, Satanás! le dijo Jesús. Porque escrito está: Adora al Señor tu Dios y sírvele solamente a él” (Mateo 4:8-10). 

Se dice que porque Jesús no discutió lo que decía Satanás, en el fondo estaba diciendo que el diablo es el dueño del mundo. Déjame repetir mi declaración de antes: Satanás tiene influencia sobre sistemas políticos y sociales, ¡pero Jesús nunca dijo que tuviera el derecho! ¡De hecho, Jesús dijo lo contrario! Le dijo a Satanás en el contexto de los reinos del mundo que las Escrituras nos enseñan que debemos alabar (no significa cantar canciones, sino someterse) al Señor nuestro Dios. No sólo estaba hablando sobre sí mismo o del diablo, ¡sino que se estaba refiriendo a los reinos de este mundo! Jesús estaba diciendo aquí claramente ¡que los reinos del mundo deben alabar (someterse) a Dios!