SE PERDIO LA BRUJULA

Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. ¡Qué frase más contundente, desafiante y casi inexplicable! Es así especialmente cuando nos miramos en el espejo y nos preguntamos, ¿qué pasó? Definitivamente la imagen de Dios está bastante distorsionada en los que hoy le representamos. 

Sabemos que todo empezó en el jardín del Edén donde el pecado hizo su incursión abruptamente y se radicó para siempre en el corazón de los hombres. 

Las generaciones posteriores a Adán fueron desfigurando aún más la sustancia divina de esa imagen eterna que el Señor compartió con el hombre. No podemos definir con exactitud cómo era el hombre antes del fracaso del pecado, pero creo que Dios le entregó muchos de los atributos que reflejan el carácter y las virtudes del Creador. Al analizar el libro de los comienzos, primordialmente nos llama la atención que Dios realizó una labor única con el hombre. Ningún otro ser en la tierra tuvo tanta intervención celestial como el hombre. Dios formó al varón con sus propias manos y sopló de su aliento para darle existencia y luego, formó a la mujer que proviene del material ya confeccionado llamado varón. 

Otro punto muy destacable es que Dios sopló de su aliento sobre el hombre, no sobre la mujer, ni ninguna otra creación existente. Este trabajo de Dios en Adán demuestra claramente el sentido y propósito del liderazgo que Dios le entregó al varón. El hombre tiene sobre sí la responsabilidad y el privilegio de ejercer ese liderato en la tierra. Ese liderato comienza en el hogar con la esposa y los hijos. Eva cayó en pecado por tomar el lugar que le correspondía a Adán, que era el de tomar las decisiones direccionales en el matrimonio. Esas decisiones no tienen nada que ver con el diario vivir en lo cual la mujer tiene una capacidad más que sobrada para desenvolverse. 

La dirección que Eva tomó en el jardín, determinaría el curso de su familia en el área más importante de todas: el destino espiritual. Podemos asumir que Eva no sintió la necesidad de consultar esta decisión tan importante con Adán. La razón fue quizás porque perdió la confianza en su marido, o no pensó que este podría estar acertado en su decisión para determinar el futuro que ella quería tomar; o simplemente no supo cómo resistir la tentación al estar sola. Antes de mandar a las “Evas” a la silla eléctrica, los “Adanes” deben preguntarse: por qué esta mujer tan virtuosa tomó el lugar que no le correspondía y provocó semejante desastre. La historia revela fielmente que han existido en todas las épocas mujeres de gran capacidad directriz, pero nada como las Escrituras para ayudarnos a entender que en el matrimonio, cuando el hombre abandona su posición de vanguardia, la mujer se siente obligada a tomar la delantera para llenar el vacío que este deja. Creo que el problema más grande de Adán fue el perder liderato en el Edén y eso se reflejó en la actitud que posteriormente asumió Eva. 

Diariamente surgen oportunidades para que el varón se convierta en ese individuo tan importante el cual es ser un verdadero líder para su familia. Aunque el hombre comparta el timón, ¡no debe jamás abandonar la brújula! De esta manera no dará ocasión al enemigo y, entonces, la mujer y los hijos estarán bajo un manto de protección. Cabe aquí la aclaración (antes que alguien esté pensando que se está manejando un concepto “machista”) que no se está disminuyendo la importancia de la mujer frente a Dios o la sociedad. Tampoco se está intentando minimizar su potencial ni sus virtudes, sino que la meta es establecer la diferencia de roles y recargar sobre el hombre la responsabilidad de conducción y de tomar decisiones. Recuerden que Eva cometió el error cuando estaba sola. (Esto difiere para las mujeres que están solas por causa de abandono o divorcio. Para aquellas que la vida las ha dejado solas, les animo a buscar un buen consejero o pastor que les pueda ayudar en este tema tan sensible.) Por supuesto, la esposa debe estar involucrada en las decisiones de la familia con su intuición, sus opiniones y comentarios. El varón, líder del hogar, no anula a su compañera sino que sabe incluirla y valerse de todos los recursos que Dios le ha dado, incluyendo su perspectiva de mujer. 

Tomar lugar como varón, líder del hogar, significa también que se respeta el lugar que la esposa tiene y todas las capacidades con que Dios la dotó como mujer. Sin embargo, en este concepto de liderato, debemos recordar el mandato divino para el hombre: Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne (Génesis 2:24). 

Este versículo nos señala claramente la necesidad que tiene la mujer y es que su marido la cuide y proteja espiritual y emocionalmente en el núcleo familiar. Esto incluye ahuyentar la soledad, asumir la conducción del nuevo hogar donde el varón se constituye en líder y a esto se le suma la sensible y delicada tarea de decidir correctamente. Esto parece muy fácil decirlo, pero no es tan sencillo practicarlo. El poder decidir acertadamente es una escuela de aprendizaje que lleva tiempo y paciencia. ¡Créalo o no! unas de las maneras más rápidas de aprender es cometiendo errores. A nadie le gusta cometer errores principalmente porque nuestros seguidores pierden confianza en nuestra habilidad de liderar, pero la verdad es que es el maestro más efectivo. Se aprende de los errores únicamente si vemos claramente lo que nos hizo fracasar. 

Si admitimos nuestras faltas y nos humillamos, el fracaso se convierte en victoria e increíblemente aumenta la prontitud de nuestra aprobación ante Dios y la gente. Hay maneras de evitar el desacierto y creo que la más segura es cuando un varón sabe escuchar la voz de Dios. Para escuchar al Espíritu Santo hay que primero reconocer todas las voces que puede fabricar el alma. Esas voces pueden venir de las emociones, los conceptos de una voluntad no rendida a Dios y del medio ambiente educativo que nos enseña a tener “sentido común”.

¿EN QUIEN TE HAS CONVERTIDO?

Una de las cosas más feas de la vida cristiana es cuando ya no sentimos ni un mínimo dolor cuando le fallamos a Dios o cuando pecamos. Y es que llegar al límite de no sentir ni la menor sensación de que hiciste mal es una señal de que algo anda mal en tu vida. 
 A veces vamos por la vida caminando mal, sin percatarnos de que poco a poco vamos alejándonos de la comunión que Dios quiere tener con nosotros, pensamos en satisfacer todas nuestras necesidades, emocionales, sentimental, carnales, pero rara vez pensamos en la necesidad espiritual que tenemos y que también necesitamos suplir. Una persona que poco a poco va dejando de sentir dolor por sus fallas y las va viendo como algo normal o cotidiano de su vida, y peor aún, se va acostumbrado a vivir con ellas o a hacerlas parte de su vida diaria, es una persona que poco a poco va perdiendo esa comunión que debería tener con Dios. 
 Y es que no me van a dejar mentir que cuando le entregamos nuestra vida a Dios por primera vez comenzamos a sentir dolor por nuestras fallas y nuestros pecados. Antes cuando no vivíamos para Dios hacíamos cualquier cosa sin tener la mínima sensación de dolor, pecábamos deliberadamente y sentíamos que era normal, no veíamos nada malo en hacer lo que hacíamos, porque éramos parte de esa vida sin Dios. Pero cuando conocimos a Dios toda nuestra perspectiva de la vida cambio, ahora aquellas cosas malas que hacíamos ya no las hacemos, porque hemos comprendido que ofendemos a Dios, ahora vivimos no para satisfacer nuestras necesidades de pecado, sino para satisfacer a Dios, quien dio su vida por nosotros. 
 Es allí cuando comienza la nueva vida en Cristo, que va siendo guiada por su Espíritu Santo en nosotros, quien ahora nos redarguye cuando hacemos algo que va en contra de Dios, en ese momento sentimos un dolor una sensación de incomodidad por hacer aquello que bien sabíamos que no teníamos que hacer. A eso se le llama: Sensibilidad Espiritual. Algo que antes no teníamos, pero que desde el momento que le entregamos nuestra vida a Cristo, comenzamos a desarrollar. El problema es que con el transcurrir del tiempo, vamos descuidando poco a poco nuestra relación con Dios, vamos acostumbrándonos a una “cultura cristiana” y dejamos de lado cosas importantes que ayudan a nuestra relación personal con Dios, como leer la Biblia, orar diariamente, congregarnos y servirle al Señor. 
 De pronto al descuidar nuestra vida espiritual dejamos abiertas pequeñas puertecitas desde donde entran ciertas cosas que no son correctas, pero que aun así tendemos a practicarlas. Las primeras veces nos sentimos mal por lo que hicimos, sentimos dolor porque ahora ya no vivimos para practicar eso, sino que vivimos para Dios. Es allí donde nuestro corazón se siente dolido por haberle fallado a Dios y rápidamente vamos y pedimos perdón a Dios, quien nos perdona instantáneamente si con corazón sincero se lo pedimos. Pero el mayor problema no está allí, porque ¿Quién de nosotros no le ha fallado a Dios o no ha cometido errores?, el problema está en que cuando aquello se vuelve más recurrente, perdemos la sinceridad a la hora de pedir perdón a Dios por lo que hicimos, y solo lo hacemos por hacerlo. De pronto nos encontraremos practicando aquello sin sentir la mínima carga de que está mal, sin sentir el mínimo dolor de que estamos ofendiendo a Dios o fallándole. ¡Ese si es un problema! Cuando te encuentres en un momento de tu vida en donde bien sabes que estás fallando a Dios y no sientes el mínimo dolor de estarlo haciendo, entonces ¡Preocúpate!, porque eso no es normal en el sentido espiritual y cristiano. 
La Biblia nos habla claramente de esto: “No conocer a Dios es como vivir en la oscuridad, y antes ustedes vivían así, pues no lo conocían. Pero ahora ya lo conocen, y han pasado a la luz; vivan entonces como corresponde a quienes conocen a Dios, pues su Espíritu nos hace actuar con bondad, justicia y verdad. Traten de hacer lo que le agrada a Dios. No se hagan cómplices de los que no conocen a Dios; al contrario, háganles ver su error, pues sus hechos no aprovechan de nada. ¡La verdad es que da vergüenza hablar de lo que ellos hacen a escondidas! Cuando la luz brilla, todo queda al descubierto y puede verse cómo es en realidad. Por eso alguien ha escrito: «¡Despiértate, tú que duermes! Levántate de entre los muertos, y Cristo te alumbrará.» Tengan cuidado de cómo se comportan. Vivan como gente que piensa lo que hace, y no como tontos. 
Aprovechen cada oportunidad que tengan de hacer el bien, porque estamos viviendo tiempos muy malos. No sean tontos, sino traten de averiguar qué es lo que Dios quiere que hagan”. Efesios 5:8-17 (Traducción en lenguaje actual) A veces perdemos el sentido por el que ahora vivimos, a veces se nos olvida que no hemos sido llamados para revolcarnos en el lodo, sino para ser limpios y brillar, pero en muchas ocasiones nos acomodamos a realizar ciertas acciones que lejos de bendecirnos nos están causando problemas, acciones las cuales muchas veces no sentimos que estemos haciendo mal, pero que en realidad no son correctas de practicar por un hijo de Dios. ¿Es tú caso?, ¿Estás viviendo un momento en donde fallarle a Dios se ha convertido en algo normal y cotidiano en tu vida en donde ya no sientes ni la mínima culpa por hacerlo?, ¿Tú corazón poco a poco se ha convertido en un corazón de piedra?, ¿Aquel sentir que en un inicio tenias hacia a Dios poco a poco se fue diluyendo?, ¿Qué paso?, ¿En qué momento permitiste que esto pasara? ¿Qué paso con aquella persona que un día prometió ser fiel a Dios en todo?, ¿Qué paso con aquel sentir que tenias de agradar a Dios por toda tu vida?, ¿Qué paso con aquel hombre o mujer que lloraba amargamente cuando le fallaba a Dios y hacia todo lo posible para no volverlo a hacer?, ¿Qué paso contigo?, ¿En quién te has convertido? Es hora de comenzar de nuevo, es hora de rectificar lo que hasta este día estaba mal, es hora de sincerarnos con Dios y pedirle que nos ayude a ser hijos de Él más sensibles e íntegros, y si esto le pedimos con sinceridad de corazón, Dios ha prometido:
“Les daré integridad de corazón y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos. Les quitaré su terco corazón de piedra y les daré un corazón tierno y receptivo, para que obedezcan mis decretos y ordenanzas. Entonces, verdaderamente serán mi pueblo y yo seré su Dios”. Ezequiel 11:19-20 (Nueva Traducción Viviente) 
 Ya no sigas viviendo esa vida de mentira, ya no sigas engañándote a ti mismo, ¿A dónde quieres llegar de esta manera?, tú sabes bien que necesitas volver a ser aquella persona que en un principio fuiste, y lo lindo de todo esto es que Dios está dispuesto siempre a restaurar tu vida por completo, deja que Dios trabaje en ti, solo rinde tu vida por completo a Él y veras la maravillosa obra que Dios es capaz de hacer. No importa en quien te habías convertido hasta el día de hoy, porque hoy puedes decidir convertirte en ese hijo de Dios que le de muchas alegrías con tu forma de vivir y servirle. ¡Hoy es un día para comenzar de nuevo y rectificar nuestros errores!