NUEVE DIAS EN EL CIELO

Nueve días en el cielo relaciona la visión que tuvo la joven de 20 años de edad, Marietta Davis, hace más de 150 años donde se le mostraron las bellezas del cielo y los horrores del infierno. 

Escrito en un lenguaje moderno, el libro contiene citas conmovedoras de la versión original así como enseñanzas bíblicas, comentarios y testimonios de personas cuyas vidas han sido impactadas con esta visión durante los pasados 150 años. 

El libro incluye citas de la época de Marietta Davis a y escrituras que apoyan la visión con la Palabra de Dios.

23 MINUTOS EN EL INFIERNO

¿Cómo es el infierno? 
¿Cómo se evita vivir una eternidad de tormento? 

En 23 minutos en el infierno, Bill Wiese comparte su inolvidable experiencia en la que Dios le permitió ver y sentir la agonía que la gente padece en el infierno. La visita de Wiese a la guarida del diablo sólo duró 23 minutos, pero el autor regresó de allí con los vívidos detalles grabados en la memoria. 

Este libro contiene la historia de un hombre que vio, oyó y sintió el lugar de tormento llamado infierno.

El libro expondrá la curiosidad perenne que existe sobre la vida después de la muerte y el interés en la experiencia visionaria de los demás.

CARA A CARA CON DIOS

La apasionante historia real de Jim Maxim es prueba de que los Milagros si suceden, ye de que las victorias se ganan mediante el poder de Dios a pesar de las probabilidades que haya en contra de usted. 

Y todo jugaba en contra de Jim…adicto al alcohol y consumidor habitual de drogas, oprimido por demonios, batallando contra sentimientos de indignidad, balanceándose al borde de la muerte tras un violento accidente de tráfico. 

Pero Dios tenía planes maravillosos para su vida. Mientras Jim estaba inconsciente en el hospital después de su accidente de tráfico, Jesús se le apareció y le ofreció amor, perdón y el poder para vencer cualquier obstáculo. Nadie, absolutamente nadie, está fuera del alcance de Dios. 

También usted puede recibir su amor, su poder, su esperanza y su propósito para vivir, a pesar de cuáles sean los momentos oscuros que esté usted atravesando. Descubra el poder del amor vencedor de Dios en su vida.

RELIGION DE LA NUEVA ERA Y MILAGROS MENTIROSOS

Las Sagradas Escrituras nos anuncian que al Final de los Tiempos y una vez establecido el "Nuevo Orden Mundial" ello sería acompañado de una corrupción total dentro de la Iglesia visible y la creación ecuménica de una religión mundial a la que los diseñadores del Nuevo Imperio Romano Occidental tocando ya a nuestras puertas han llamado Religión de la Nueva Era.

Para que todas las piezas encajen el mundo se vería para entonces inmerso no ya en una confrontación política y militar, sino en una profunda crisis económica que impulsaría a los líderes de las naciones en renunciar a sus independencias nacionales por una migaja del pan envenenado y elaborado para el momento oportuno.

Mario Draghi el recién elegido para ser próxima cabeza del Banco Central Europeo ha manifestado hoy sin miramientos desde Roma que si Europa quiere subsistir tiene que crear 'Los Estados Unidos de Europa' ya...¡ahora!

Otra bestia bruta que seguramente ha acumulado muchas riquezas que nunca se podrá llevar consigo el día de su partida; sin embargo, dispuesta a crear una crisis general que asuste a los europeos y con ello recibir el apoyo que necesitan para imponer el 'Nuevo Orden Mundial'.

Ello implica, afirma el sujeto, completa unión monetaria y política con un líder (emperador) a la cabeza...la versión moderna del antiguo Imperio Romano.

Bruselas y Estrasburgo están bien ocupados dando los toques finales al proyecto.

Y el mundo sigue entretenido en quién es la última estrella de la farándula y cómo se visten y cuánto dinero ganan...y...otras cosillas pasajeras...

CONTENIDO:

-Introducción.
-Religión de la Nueva Era.
-Milagros mentirosos.
-Acerca del autor.

LA LEYES DE DIOS

“Pondré mi ley en su corazón y la escribiré en su mente. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Yo, el Señor, lo afirmo.
Jeremías 31:33
La historia del pueblo de Israel y su lucha por cumplir las demandas de la ley mosaica se convierten en un claro reflejo de la lucha que repetidas veces como cristianos encaramos con la finalidad de alcanzar un cierto grado de santidad.
De la misma manera en que el pueblo de Israel una y otra vez intentaba ajustarse a una ley que le era imposible cumplir a la perfección, bajo el lema “ser más espirituales” nosotros nos armamos de todas nuestras capacidades, fuerzas y disciplina para cumplir con ciertas normas, listas de lo que “debo” y “no debo” hacer en la vida cristiana. Listas sobre lo que es “santo” y lo que “no es santo”. Si cumplo esto y aquello puedo decir que ando en camino agradable a Dios, si me falta esto o aquello camino en la dirección contraria.
Aunque no están escritas en ningún papel, llenan nuestras mentes y cargan nuestro día. Las arrastramos como bolsas pesadas a donde quiera que vayamos. Con pesadez y resignación las cumplimos días tras día, aunque al llegar la noche no hayan agregado descanso a nuestra alma, ni satisfacción a nuestra vida ni paz a nuestra conciencia.
Esas mismas listas de reglas y modos de comportamiento nos son instrumento de medida, para medirnos a nosotros y medir a otros. Un día la lista nos ensalza y al día siguiente nos condena, según lo mucho o lo poco que pudimos ajustarnos a ella.
Resignamos el gozo de vivir y tomamos a nuestra espalda la inagotable tarea de hacer y dejar de hacer “cosas” para alcanzar algo que por definición no ha sido dado al mérito de ningún hombre.
Como el apóstol Pablo bien lo dice en su epístola a los Gálatas: ¿para qué sirve la ley? Fue dada para poner de manifiesto la desobediencia de los hombres. (Gal. 3:19)
La ley nos grita en la cara día tras día que no podemos, que hemos fracasado y que somos por naturaleza desobedientes.
¿Cómo hacer entonces para vivir una vida agradable a Dios? ¿Cómo amar a un Dios que demanda obediencia como prueba de nuestro amor? (Juan 14:21) ¿Cómo alcanzar la santidad que Dios quiere en nosotros?
Jeremías ya nos daba pistas sobre como esto sería posible:
Pondré mi ley en su corazón y la escribiré en su mente.”
Jeremías 31:33
Ezequiel nos habla ya de quién sería el responsable de la obra que transformaría nuestros corazones:
“Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes
Ezequiel 36:26-27
Ciertamente lo que es imposible para el hombre es posible para Dios, y si esto se cumple en todo ámbito de lo creado, ¡cuanto más en las vidas de aquellos que han creído!
Como el apóstol Pablo nos dice, la ley era para nosotros como el esclavo que vigila a los niños, hasta que viniera Cristo (Gálatas 3:24), pues a partir de Jesucristo nuestra fe en Él nos ha liberado de la maldición que caía sobre nosotros: primero salvarnos a nosotros mismos y seguidamente santificarnos por nuestras propias obras.
Sería ilógico pensar que un Dios que nos da su Hijo en la cruz para hacernos salvos, no nos diera en la misma obra de redención a su Santo Espíritu para que caminemos una vida santa.
Gracias a la fe, ya no estamos a cargo de ese esclavo que era la ley sino que por la fe en Cristo hemos sido hechos hijos de Dios, y siendo hechos hijos hemos recibido el Espíritu Santo en nuestros corazones. Es Su Espíritu quien obra tanto el querer como el hacer y nos mueve a obediencia de manera natural, sin ser una carga, sin tener que obligarnos a nada, movidos solamente por el amor de Aquél que nos amó primero.
No significa esto que los mandatos de Dios pierdan vigencia, o queden anulados, por el contrario el Espíritu produce que salgamos aprobados en todo punto y en toda coma con respecto de los mandatos divinos, la diferencia radica en que ya no cargamos con ellos sino que andamos en ellos, no forman parte de una lista de “permitidos” o “no permitidos”, sino que se han vuelto parte de nosotros mismos pues han sido escritas en la mente y el corazón de los que creen. De este modo la moral de Dios se hace parte de nosotros mismos, nuestra naturaleza ha sido modificada, simplemente funcionamos así porque hemos recibido un corazón nuevo.
Busquemos la santidad en comunión con Aquél que puede producirla en nosotros, busquemos más bien que Cristo viva en nosotros y que la vida que vivimos en el cuerpo sea vivida por fe en el Hijo de Dios que nos amó y dio su vida por nosotros.
“He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí.”
Gálatas 2:20
“Cristo nos dio libertad para que seamos libres. Por lo tanto, manténganse ustedes firmes en esa libertad y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud.”

Gálatas 5:1