LA ARMADURA DE DIOS


Efesios 6:13-17

“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios”.

INTRODUCCIÓN:

Debemos entender que al separarnos del mundo automáticamente venimos a ser “enemigos” del sistema mundano, por lo que necesariamente tendremos que librar batallas en contra de huestes espirituales de maldad, demonios, tentaciones (1 Ti. 4:16 Ef. 6:12), lo que nos hace vulnerables sí no estamos preparados para enfrentarnos a nuestros enemigos, mayormente sí desconocemos que Dios nos ha dejado armas poderosas que tenemos a nuestro alcance y que debemos utilizar sí queremos llegar a alcanzar la estatura de más que vencedores.

En 1ª Samuel 15:2, 2 S. 6:2, Salmo 69:6 y otros pasajes más se menciona al Señor como Jehová de los Ejércitos, lo que significa que es el mismo Señor el que va a equipar a sus soldados con las armas necesarias durante las batallas que se han de librar, pero que El irá delante de nosotros como valiente guerrero (Ex. 15:3) Dios provee una armadura completa para todo aquel que ha venido a engrosar las filas de su ejército de valientes (Ef. 6:13).

De acuerdo al orden en que nos las presenta la Palabra veremos primeramente las armas defensivas y por último la única arma ofensiva.

CEÑIDOS LOS LOMOS CON LA VERDAD: Es tan importante esta arma que Dios la menciona como prioridad, ya que en los últimos tiempos ha de venir un movimiento de engaño tan fuerte que sí nosotros no estamos ceñidos con la verdad fácilmente podríamos ser movidos (2ª Ts. 2:2). Además podríamos añadir a esto que el ceñirse los lomos con la verdad significa que debemos decir verdad en todo momento (Sal 15:4). Ser diáfanos. El ceñirse es muy importante, pues representa también un humillarse para servir (Juan 13:4). Cristo se ciñó una toalla con el propósito de lavar los pies a sus discípulos, lo que nos enseña su gran amor, el cual se hizo evidente al hacerse pequeño y servir.

En Éxodo 12:11 vemos que el cordero pascual debía ser comido ceñidos los lomos que es un pasaje paralelo a Lucas 12:35, en el cual se nos indica que debemos estar ceñidos esperando la parusía del Señor.

También significa sujeción, ahora ya no hacemos lo que queremos, ahora es Cristo quien nos manda como Señor de nuestra vida. (Jn. 21:18).

LA CORAZA DE JUSTICIA: Esta es otra arma defensiva, la cual iba colocada sobre el pecho del guerrero y tenía la característica de que solamente cubría la parte delantera y no la trasera de la persona, indica que no se le permitía al soldado volver atrás (Lc. 9:62).

El cubrir el pecho significa cuidarnos de aquellos que pudieran lastimarnos el corazón (sentimientos), los cuales regularmente son los más cercanos (Sal 55:1214).

Esto solamente lo podemos lograr sí sabemos que hemos sido plenamente justificados y que esta justificación (1ª Co. 6:8,11) es suficiente motivo para poder rechazar aquellos ataques que recibamos.

EL APRESTO DEL EVANGELIO DE LA PAZ: Luego de haber sido justificados podemos llegar a obtener la paz con Dios (Ro. 5:1) lo que nos capacita plenamente para llevar buenas noticias a todas las naciones (Ro. 10:15). Además esto representa el caminar en el evangelio sin tropezar, llegando a derribar todos los obstáculos que se presenten. Este no es un evangelio gravoso (de cargas) es un evangelio de gracia que causa paz a nuestro ser integral.

EL ESCUDO DE LA FE: Esta arma se utilizaba con las manos, es decir que la fe va a ser sustanciosa sí va acompañada por obras (Stg. 2:18).

El escudo era una arma defensiva pero con gran movilidad, lo que representa a una fe que no es estática sino dinámica y que puede utilizarse de distintas formas, por ejemplo: Como don (1ª Co. 12:9), la fe salvadora (Efe 2:8), como una puerta (Hch. 14:27), la fe universal (Ro. 12:3), la fe sanadora (Hch. 14:9), etc. Es la fe la que nos sirve para apagar TODOS los dardos de fuego del maligno (RVA), entre los cuales pudieran mencionarse los chismes y las murmuraciones (Stg. 3:5,6).

EL YELMO DE LA SALVACIÓN: Esta arma protege la cabeza y significa tener la certeza de nuestra salvación nos es útil para renovar constantemente nuestros pensamientos (Efe 4:26) y así como en el antiguo pacto los sacerdotes utilizaban un sello sobre su frente que decía: Santidad a Jehová (Ex. 28:36), nosotros debemos colocar sobre nuestra cabeza un yelmo que nos proteja de los malos pensamientos que pudieran contaminar nuestro corazón.

LA ESPADA DEL ESPÍRITU: Esta es la única arma ofensiva que nos han dado en nuestra armadura y el Señor la menciona de último indicando que lo último que nosotros debiéramos hacer es ofender a los demás, pues al hacerlo pudiéramos convertirnos en Pedros cortadores de orejas (Juan 18:10). Esta arma debe únicamente ser utilizada por el Espíritu Santo tal como lo hizo el Señor Jesucristo en el monte de la tentación diciendo contundentemente: “Escrito está”. (Mt. 4:4; 7:10).

CONCLUSIONES:

• Vistámonos diariamente con la armadura que Dios nos dio para poder estar debidamente preparados en contra de las asechanzas del diablo sabiendo que existen tres tipos de cristianos el labrador (2ª Ti. 2:6) que se encuentra en el atrio, el atleta (2ª Ti. 2:5) en el lugar santo y por último el soldado (2ª Ti. 2:4) el cual pelea las batallas de Dios pues tiene a disciplina de Dios, por lo tanto permanece en el lugar santísimo.

• Como buenos soldados seamos fieles, disciplinados y sobre todo usemos las armas que Dios nos ha dado para pelear la buena batalla de la fe.

• Al venir a Cristo, Dios nos provee de estas armas, pero debemos aprender a usarlas para llegar a ser diestros en la batalla (1 Co. 9:26).

SALMO 37

Salmos 37 (RV60) -El camino de los malos
Salmo de David.

1 No te impacientes a causa de los malignos,
Ni tengas envidia de los que hacen iniquidad.
2 Porque como hierba serán pronto cortados,
Y como la hierba verde se secarán.
3 Confía en Jehová, y haz el bien;
Y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad.
4 Deléitate asimismo en Jehová,
Y él te concederá las peticiones de tu corazón.
5 Encomienda a Jehová tu camino,
Y confía en él; y él hará.
6 Exhibirá tu justicia como la luz,
Y tu derecho como el mediodía.
7 Guarda silencio ante Jehová, y espera en él.
No te alteres con motivo del que prospera en su camino,
Por el hombre que hace maldades.
8 Deja la ira, y desecha el enojo;
No te excites en manera alguna a hacer lo malo.

Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra.9 Porque los malignos serán destruidos,
10 Pues de aquí a poco no existirá el malo;
Observarás su lugar, y no estará allí.
11 Pero los mansos heredarán la tierra,
Y se recrearán con abundancia de paz.
12 Maquina el impío contra el justo,
Y cruje contra él sus dientes;
13 El Señor se reirá de él;
Porque ve que viene su día.
14 Los impíos desenvainan espada y entesan su arco,
Para derribar al pobre y al menesteroso,
Para matar a los de recto proceder.
15 Su espada entrará en su mismo corazón,
Y su arco será quebrado.
16 Mejor es lo poco del justo,
Que las riquezas de muchos pecadores.
17 Porque los brazos de los impíos serán quebrados;
Mas el que sostiene a los justos es Jehová.
18 Conoce Jehová los días de los perfectos,
Y la heredad de ellos será para siempre.

19 No serán avergonzados en el mal tiempo,
Y en los días de hambre serán saciados.
20 Mas los impíos perecerán,
Y los enemigos de Jehová como la grasa de los carneros
Serán consumidos; se disiparán como el humo.
21 El impío toma prestado, y no paga;
Mas el justo tiene misericordia, y da.
22 Porque los benditos de él heredarán la tierra;
Y los malditos de él serán destruidos.
23 Por Jehová son ordenados los pasos del hombre,
Y él aprueba su camino.
24 Cuando el hombre cayere, no quedará postrado,
Porque Jehová sostiene su mano.
25 Joven fui, y he envejecido,

Y no he visto justo desamparado,
Ni su descendencia que mendigue pan.
26 En todo tiempo tiene misericordia, y presta;
Y su descendencia es para bendición.
27 Apártate del mal, y haz el bien,
Y vivirás para siempre.
28 Porque Jehová ama la rectitud,
Y no desampara a sus santos.
Para siempre serán guardados;
Mas la descendencia de los impíos será destruida.
29 Los justos heredarán la tierra,
Y vivirán para siempre sobre ella.
30 La boca del justo habla sabiduría,

Y su lengua habla justicia.
31 La ley de su Dios está en su corazón;
Por tanto, sus pies no resbalarán.
32 Acecha el impío al justo,
Y procura matarlo.
33 Jehová no lo dejará en sus manos,
Ni lo condenará cuando le juzgaren.
34 Espera en Jehová, y guarda su camino,
Y él te exaltará para heredar la tierra;
Cuando sean destruidos los pecadores, lo verás.
35 Vi yo al impío sumamente enaltecido,

Y que se extendía como laurel verde.
36 Pero él pasó, y he aquí ya no estaba;
Lo busqué, y no fue hallado.
37 Considera al íntegro, y mira al justo;
Porque hay un final dichoso para el hombre de paz.
38 Mas los transgresores serán todos a una destruidos;
La posteridad de los impíos será extinguida.
39 Pero la salvación de los justos es de Jehová,
Y él es su fortaleza en el tiempo de la angustia.
40 Jehová los ayudará y los librará;
Los libertará de los impíos, y los salvará,
Por cuanto en él esperaron.

__________________________________________________

__

Comentario al Salmo 37

Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."

Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.


En este salmo de exhortación sapiencial, David,

I. Nos prohíbe impacientamos ante la prosperidad de los malvados (vv. 1, 7, 8).

II. Nos aporta muy buenas razones para ello:


1. El carácter escandaloso de los malvados (vv. 12, 14, 21, 32), a pesar de su prosperidad; y el carácter honorable de los justos (vv. 21, 26, 30, 31).

2. La inminente ruina de los malvados (vv. 2, 9, 10,

20, 35, 36, 38) y la salvación y preservación con que los justos están protegidos de todos los malvados planes de los impíos (vv. 13, 15, 17, 28, 33, 39, 40).

3. La especial misericordia que Dios tiene reservada para todos los buenos y el favor que les dispensa (vv. 11, 16, 18, 19,22-25,28,29,37).

III. Prescribe muy buenos remedios contra el pecado de envidiar la prosperidad de los impíos y anima grandemente a hacer uso de dichos remedios (vv. 3-6,27, 34).

Versículos 1-6

1. Se nos precave aquí contra el descontento ante la prosperidad y los éxitos de los malhechores (v. 1): «No te impacientes... ni tengas envidia... » Podemos imaginarnos que David se había predicado a sí mismo esta exhortación. No hay sermón que tenga tantas posibilidades de llevar fruto como el que nos hemos predicado antes a nosotros mismos. Cuando miramos en derredor nuestro, vemos el mundo lleno de malhechores y obradores de iniquidad que prosperan y tienen éxito en sus negocios.

Esto nos tienta a impacientamos y tener envidia, como si Dios hiciese la vista gorda al permitir que tales hombres prosperen florecientes. Estamos tentados a tener envidia de la forma en que se enriquecen, aun cuando lo hagan por medios ilícitos, y de los placeres de que disfrutan; hasta llegamos a desear el sacudirnos el freno de la conciencia para disfrutar también nosotros de los mismos placeres que ellos. Pero si miramos hacia delante con los ojos de la fe, no hallaremos motivo para envidiar la prosperidad de los malvados, pues su ruina está ya a las puertas (v. 2). Florecen, sí, pero como la hierba, de la cual nadie tiene envidia, pues pronto se marchitarán. La prosperidad material es algo que se desvanece rápidamente, como la vida terrenal a la cual está confinada.

2. Se nos aconseja luego vivir una vida de confianza en Dios; esto nos preservará de impacientamos ante la prosperidad de los malhechores. Si buscamos el bien de nuestra alma, hallaremos pocos motivos para envidiar a quienes tanto mal procuran a su alma. Tenemos aquí tres excelentes preceptos y tres preciosas promesas:

(A). Hemos de poner en Dios nuestra esperanza en cuanto al camino del deber; así hallaremos en este mundo consuelos y ventajas que el pecado no puede dar (v. 3). Se nos pide confiar en Yahweh y hacer el bien. No podemos confiar en Dios si estamos inclinados a vivir como nos plazca. Se nos promete que tendremos en este mundo todo lo necesario para subsistir (v. 3b): «Habita tu tierra y pace en la fidelidad» (lit.; es decir, aliméntate de las promesas fieles de Dios -v. Is. 14:30). Dios no niega el panal que practica la justicia (v. 25; Mt. 6:33). Hay quienes leen: «Serás alimentado por fe», del mismo modo que leemos: «El justo por fe vivirá» (Nota del traductor: el vocablo hebreo emunah significa, en efecto, tanto fe como fidelidad).

(B) Hemos de hacer de Dios el deleite de nuestro corazón, y así tendremos lo que nuestro corazón desea (v. 4). Se nos mandaba (v. 3) hacer el bien, y a este mandamiento sigue el de poner nuestra delicia en Yahweh, lo cual es un privilegio tanto como un deber. Y este delicioso deber lleva anexa una promesa: «Y El te concederá los deseos (lit.) de tu corazón.» No nos promete satisfacer los apetitos del cuerpo, sino concedernos los deseos del corazón, todo aquello a lo que aspira lo más íntimo de nuestro ser. ¿Cuáles son los deseos de una buena persona? Conocer y amar a Dios, vivir para él, agradarle y agradarse en El.

(C) Hemos de hacer de Dios nuestro guía y someternos en todo a sus direcciones e instrucciones; entonces, todos nuestros asuntos, aun los que nos parecen más intrincados y difíciles, tendrán buen resultado (vv. 5, 6). El deber es muy sencillo; y si lo cumplimos bien, nos facilitará y hará cómoda la existencia misma: «Encomienda a Yahweh (lit, haz rodar hasta Yahweh) tu camino (esto es, todas tus empresas, todos tus asuntos)» (comp. 55:22; Pr. 16:3). Así como extendió Ezequías ante Dios las cartas de Senaquerib (2 R. 19:14; 2 cm. 32:17), así hemos de extender ante Dios nuestros problemas, asuntos y deseos, seguros de que los dejamos en buenas manos y satisfechos plenamente de lo que resulte, pues todo lo que Dios hace está bien hecho. Pero hemos de seguir la Providencia sin forzarla, y suscribir lo que dice la Sabiduría Infinita sin prescribirle lo que ha de hacer. La promesa es deliciosa: «El actuará» (lit. hará, obrará). Todo lo que le hayas encomendado, El lo hará prosperar, si no para tu gusto, ciertamente para tu bien. El hallará medios de sacarte de tus apuros, de desvanecer tus temores y de cumplir tus deseos. «Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía» (v. 6), es decir, hará que se manifieste que eres persona honesta y que tus asuntos marchen bien, por muy oscuro que haya sido el cariz que hayan tomado tus negocios. Si nos esmeramos en guardar una buena conciencia, bien podemos dejar a Dios el cuidado de preservamos un buen nombre.

Versículos 7-20

I. Aquí se inculcan y remachan los anteriores preceptos. 1. Estemos tranquilos y seamos pacientes, si creemos en Dios (v. 7): «Guarda silencio ante Yahweh y espera en El»; esto es, quédate tranquilo con todo lo que Dios haga, y ten la seguridad de que todo cooperará para tu bien (Ro. 8:28), aunque no sepas cómo ni cuándo. «Guarda silencio», no un silencio de resentimiento, sino de sumisión. 2. No descompongamos nuestras emociones ante el espectáculo de la prosperidad en medio de la maldad: «No te alteres con motivo del que prospera en su camino (v. 7)...Deja la ira, depón el enojo (v. 8)», al ver que prospera el que hace maldades; que no te estimule ello a imitar su maldad: «No te excites (lit. no te inflames) en manera alguna a hacerlo malo»; es decir, no les envidies en su prosperidad, no sea que te sientas tentado a seguir el mismo camino que ellos para enriquecerte, o a recurrir a medios violentos para deshacerte de su preponderancia.

II. Se repiten y recalcan las anteriores razones.

1. Los justos no tienen motivo para envidiar la prosperidad material de los malvados (v. 9): «Porque los malhechores serán destruidos» por algún azote repentino de la justicia divina en medio de su prosperidad. La condición de los justos, incluso en esta vida, es, en todo y por todo, mejor y más deseable que la de los malvados (v. 16). En verdad, lo poco del justo vale más que las muchas riquezas del impío (comp. Pr. 15:16, 17; 16:8; 28:6), porque viene de mejor mano, de la mano de un amor especial, no meramente de la mano de una providencia ordinaria. «Los que esperan en Yahweh heredarán la tierra» (v. 9; comp. v. 11 y Mt. 5:5), esto es, disfrutarán de las bendiciones incluidas en el pacto.

« Este principio, aplicable al orden personal, familiar, social, nacional e internacional, pudiera ser aquí una vislumbre de la futura época mesiánica (Mt. 5, 4).» También «se recrearán con abundancia de paz» (v. 11b), de esa paz que el mundo no puede dar (Jn. 14:27). «Conoce Yahweh los días de los íntegros» (v. 18), esto es, cuida especialmente de ellos por medio de su providencia, aun en los momentos más amargos y difíciles, que por eso se cuentan aquí por «días» (comp. Gn. 47:9; Job 14:1), pero tampoco quedará sin recompensa la obra de un solo día.

2. Los justos no tienen motivo para impacientarse ante los posibles éxitos que los malvados obtengan en sus planes contra los justos, ya que:

(A) Sus maquinaciones se volverán contra ellos, pues terminarán en el fracaso y en el ridículo (vv. 12, 13). Son orgullosos e insolentes, pero Dios los contempla con desprecio, pues ve que sus intentos van a quedar fallidos. Los hombres tienen ahora su día, pero el día de Dios es el que dará el juicio decisivo. (B) Sus intentos acabarán en su propia destrucción (yv. 14, 15): «Su espada entrará en su mismo corazón.» Todo lo que ellos han preparado para derribar al pobre y para matar al justo ( . 14), se volverá contra ellos. (C) Los que no sean repentinamente quitados de en medio, quedarán inhabilitados para hacer el mal, pues les serán inutilizados los instrumentos de su maldad: «Su arco será quebrado» ( v. 15b); más aún, «sus brazos serán quebrados» (v. 17), de forma que no podrán seguir adelante con sus perversas maquinaciones.

Versículos 2 1-23

1. Qué se requiere de nosotros como camino para nuestra felicidad. Si queremos obtener las bendiciones de Dios:

1. Hemos de tomar conciencia de nuestro deber de dar a cada uno lo suyo, porque «el impío toma prestado y no devuelve» (v. 21). Esto es lo primero que Dios demanda de nosotros: hacer justicia (v. Miq. 6:8), dando a cada uno lo que le pertenece.

2. Hemos de estar prestos a amar misericordia; a todas las obras de caridad, compasión, beneficencia, etc. (v. 21 b), pues así como es una prueba de la bondad de Dios el poner el bien en nuestras manos, así es una prueba de nuestra bondad poner nuestro corazón donde está el bien de nuestras manos, a fin de dar y prestar a otros.

3. Hemos de apartamos del pecado y empeñamos en la práctica de una piedad seria y sincera (v. 27): «Apártate del mal y haz el bien» (com. 34:14; Is. 1:16, 17).

4. Debemos abundar en buena conversación y usar nuestra lengua para glorificar a Dios y edificar al prójimo. Es parte del carácter del justo el que su boca derrama sabiduría (v. 30), pues de la abundancia de un buen corazón hablará la boca lo que es bueno y útil para edificar a otros.

5. Hemos de tener nuestra voluntad enteramente sometida a la voluntad y a la palabra de Dios (v. 31): «La ley de su Dios está en su corazón.» En vano pretenderíamos que Dios es nuestro Dios, si su ley no está dentro de nuestro corazón para hacer de ella la norma de nuestra conducta.

II. Qué se nos promete, bajo estas condiciones, como ejemplos de nuestra dicha.

1. Que tendremos la bendición de Dios, y que esta bendición será la fuente dulce y segura de todos nuestros consuelos y gozos temporales (v. 22): «Los que Dios bendice heredarán la tierra» (v. lo dicho en la sección anterior).

2. Que Dios dirigirá y dispondrá todos los asuntos de ellos en la forma que más convenga para la gloria de Dios (v. 23): «Por Yahweh son afianzados los pasos del hombre (hebr. guéber, esforzado, guerrero, etc. Aquí, el que se esfuerza en cumplir con los requisitos del pacto), y El (Yahweh) aprueba su camino.» Señal de esta aprobación es el éxito que Dios le concede y la protección con que le rodea, pues le guía paso a paso y así le conserva en continua dependencia de la dirección diyina.

3. Que Dios le preservará de quedar tendido en el suelo si cae en pecado o sufre algún grave apuro (v. 24): «Cuando cayere, no quedará postrado, porque Yahweh sostiene su mano.» Una persona piadosa podrá caer en pecado, pero la gracia de Dios le hará recobrarse mediante el arrepentimiento, a fin de que no quede postrado en el pecado. Podrá, por algún tiempo, perder el gozo de la salvación, pero le será luego restaurado, pues Dios le extenderá su mano y le levantará por medio de su Santo Espíritu. Aunque la hoja se marchite, la raíz quedará salva y sana; ya llegará la primavera después del invierno.

4. Que no nos faltará lo necesario para la vida (v. 25): «Joven fui y ya he envejecido, y no he visto al justo desamparado, ni a su descendencia mendigando el pan.» A pesar de las muchas vicisitudes por las que puede pasar un hombre ya envejecido, David declara su personal experiencia, fruto de la observación (no sólo como hombre, sino aún más como rey interesado por el bien de sus súbditos), de no haber visto a ninguna persona piadosa y, por tanto, honesta y trabajadora, que se viese reducida a la extrema necesidad.

5. Que Dios no nos abandonará, sino que nos protegerá amorosamente en nuestras dificultades y estrecheces (v. 28): «Porque Yahweh ama la rectitud y no desampara a sus santos. Para siempre serán guardados. » Dios se deleita en hacer justicia y en los que hacen justicia.

6. Que dispondremos de las suficientes comodidades en este mundo, y mucho más cuando salgamos de él: Tendremos para siempre una morada (hebr. shikhón --morarás--, vocablo de la misma raíz que shekinah), ya en este mundo (v. 27), sin ser cortado (lit.), como la descendencia de los impíos (v. 28b). Por tercera vez se repite que «los justos heredarán la tierra» (el país pactado). No obstante, en este mundo no tenemos ciudad permanente (He. 13:14); morada perpetua nos está reservada en el Cielo (Jn. 14:2, 3).

7. Que no llegaremos a ser presa de nuestros adversarios que buscan nuestra ruina (vv. 32, 33).

Versículos 34-40

El salmista concluye aquí su sermón, diciéndonos:

1. Que el deber en que aquí insiste es el mismo que ha declarado anteriormente (v. 34): «Espera en Yahweh y guarda su camino.» Si nos esmeramos en guardar el camino de Dios, bien podemos poner gozosamente nuestra confianza en El y encomendarle nuestro camino (v. 5), pues hallaremos en Él un buen Amo, lo mismo para sus criados que trabajan que para los que esperan sus órdenes y sus dones.

2. Las razones con que refuerza esa exhortación son también similares a las anteriores, basadas en la cierta destrucción de los malvados y en la segura salvación de los justos.

(A) Vemos, por fin, la miseria de los malvados, por mucho que hayan prosperado algunos años: «El final de los perversos es cortado» (v. 38b, literalmente), aunque también puede significar la posteridad, conforme al doble sentido del vocablo hebreo ajarit. Si se admite dicha versión literal, tenemos paralelismo con la primera parte del versículo; si se admite la versión de ajarit por «posteridad», hay paralelismo antitético con el versículo anterior, aunque también allí aparece el vocablo ajarit, con lo que tendríamos un contraste entre el final pacífico, lleno de tranquilidad y consuelo, de los justos, y el final terrible, repentino, de los malvados. A este final rápido aluden los versículos 35 y 36.

(B) En cambio, vemos la dicha y bendición de los justos; al menos, en su fin terrenal. Aun en el caso de que hayan carecido de heredad en este mundo, les está reservada mansión en los cielos: dignidad, honor, verdadera riqueza, en la Nueva Jerusalén, de la que Canaán era tipo. Que todos tomen buena nota de esto (v. 37): «Considera al íntegro y mira al justo. Fíjate en el resultado de su conducta (He. 13:7) y hallarás que su fin es paz. » No es el justo el que se ha procurado su salvación; es obra de la iniciativa libre y amorosa —soberana— de Dios: «La salvación de los justos. Viene de Yahweh» (v. 39, comp. con don. 2:9 y Ef. 2:8 _

El v. 40 dice literalmente: «Les ayudará Yahweh y los libertará; los libertará de los perversos y los salvará, porque en El se han refugiado.» El, que se refugia bajo las alas del Todo suficiente, no sólo hallará en El ayuda y libertad, sino también segura salvación.

LA MUJER DE HOY


¿Trabajo u hogar?

"Queda prohibido no crear tu historia, no tener un momento para la gente que te necesita, no comprender que lo que la vida te da... también te lo quita"

Con frecuencia se me pregunta en mis "Escuelas para padres" El ¿por qué los jóvenes de ahora son tan diferentes a nosotros?
Recuerdo que cuando era un niño tenía la certeza de encontrar a mamá en casa, de siempre tener su calor materno acompañado de anécdotas e historias que nos contaba con mucho entusiasmo. Y digo nos contaba porque, diferente a la actualidad, fuimos formados en hogares donde predominaba un gran número de hijos.

Con nostalgia recuerdo a una madre abnegada y dedicada ciento por ciento a las labores propias del hogar. Esa era la "mujer de antes".


¿Cómo es la mujer actual?

Los tiempos han cambiado y las circunstancias obviamente, también. La mujer de hoy es diferente; debido al mundo competitivo en el que se desenvuelve, debe cumplir dos roles: madre y profesional.
Ya no se puede dar el lujo de esperar pacientemente en casa al "esposo proveedor" debe asumir el doble compromiso de velar por su hijo y salir al mundo laboral.


¿Le está afectando el doble rol?

Pienso que si.
La necesidad de salir a buscar trabajo fuera de casa, ha obligado a muchas mujeres a descuidar a sus hijos, y son estos quienes hoy por hoy se están convirtiendo en un problema para la familia, el colegio y la sociedad.
Nos quejamos de la "cosecha" actual, pero nos olvidamos que Ellos son el fruto de semillas sembradas por nosotros mismos.
Hijos solitarios sin presencia ni autoridad de madre y padre.

Ahora, no es que esté en desacuerdo con la superación de la mujer; por el contrario, es muy satisfactorio saber que muchas de ustedes dirigen empresas, ocupan altos cargos a nivel gubernamental e incluso dirigen varias naciones.
El llamado a la consciencia es a no descuidar a su familia por obtener un éxito, que es muy importante, pero que no lo es todo.
Muchas pagan un alto precio por obtener reconocimiento y fama: hijos en las drogas y contaminados del mundo por no contar con el acompañamiento de una madre.
Ser emprendedora, crear empresa, superarse día a día no es malo, lo malo es descuidar lo más importante: la familia.

Un consejo:
La mujer actual debe comprometerse con su sueño: prepararse intelectualmente, ser competitiva, alcanzar el éxito; pero siendo feliz al lado de los que ama. Las mujeres pasan y las empresas quedan.

GUILLERMO GOMEZ ARCHILA