¿CUAL ES EL PECADO ORIGINAL?


ESTA no es una pregunta de valor puramente intelectual ni mucho menos. ¿Por qué decimos eso? Porque la desobediencia de Adán y Eva ha afecta

do a todas las generaciones posteriores hasta el día de hoy. La Biblia afirma: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado” (Romanos 5:12). Pero ¿por qué tuvo consecuencias tan trágicas el simple hecho de tomar una fruta de un árbol y comerla?

Cuando Dios creó a Adán y Eva, los instaló en un hermoso jardín repleto de vegetales comestibles. De todos los árboles frutales solo había uno del que les prohibió comer: el “árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo”. Como poseían libre albedrío, tenían la opción de obedecer o desobedecer a Dios en este asunto. Sin embargo, él le advirtió a Adán: “En el día que comas [del árbol del conocimiento], positivamente morirás” (Génesis 1:29;2:17).

Una prohibición razonable

Tal prohibición no los obligaba a pasar privaciones, pues podían comer de todos los demás árboles del jardín (Génesis 2:16). Tampoco los privaba de su dignidad ni daba a entender que tuvieran malas tendencias. Si Dios hubiera prohibido cosas tan abominables como la bestialidad o el asesinato, se podría alegar que los seres humanos perfectos tenían inclinaciones perversas que debían refrenarse. La acción de comer, en cambio, era natural y correcta.

¿Eran las relaciones sexuales el fruto prohibido, como afirman algunos? No hay base en las Escrituras para tal idea. En primer lugar, cuando Dios decretó la prohibición, Adán estaba solo, y por lo visto siguió así por un tiempo (Génesis 2:23). En segundo lugar, Dios les dijo a Adán y Eva: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra” (Génesis 1:28). No es lógico pensar que les mandara así violar su ley y luego los sentenciara a muerte por hacerlo (1 Juan 4:8). Y por último, Eva comió del fruto primero y después le dio de este a su esposo (Génesis 3:6). Está claro que el fruto no podían ser las relaciones sexuales.


QUE LA DECEPCION NO TE GANE



¿QUIÉN no se ha sentido decepcionado alguna vez? Hasta nuestro Padre celestial, Jehová Dios, ha pasado por esa dolorosa experiencia. Por ejemplo, a

unque liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto y los bendijo abundantemente, la Biblia dice que ellos “vez tras vez ponían a Dios a prueba, y causaban dolor [...] al Santo de Israel” (Salmo 78:41). Aun así, Jehová nunca dejó de ser el “Dios feliz” (1 Timoteo 1
:11).
Por supuesto, son muchas las cosas que causan desilusión. ¿Qué podemos hacer para que no nos roben la felicidad? ¿Y qué aprendemos del modo de actuar de Dios ante las decepciones?

Situaciones que decepcionan

“El tiempo y el suceso imprevisto [nos] acaecen a todos”, afirma la Palabra de Dios (Eclesiastés 9:11). Sin previo a

viso, un delito, un accidente o una enferm

eden producir mucha angustia y decepción. La B

iblia también señala: “La expectación p

ospuesta enferma el corazón” (Proverbios


13:12). Esperar con anhelo algo bueno nos ll

ena de felicidad, pero si no se cumple pronto, tal

vez nos inunde un fuerte sentimiento de desilusió


n.

No somos un fracaso solo porque las cosas no nos salgan bien a la primera

También sufrimos cuando alguien nos decepciona, como cuando un noviazgo se romp

e, un matrimonio se trunca, un hijo se rebela, un com

pañero es desleal o un amigo es ingrato. Ya que vivimos entre personas imperfectas y en tiempos complicados, las probabilidades de sufrir una decepción son muy altas.

Nuestros propios fallos pueden ser otro motivo de decepción. Por ejemplo, tal vez nos sintamos inútiles por no aprobar un examen, por no conseguir un empleo o por no ganarnos el afecto de alguien. También podemos sentirnos decepcionados con nosotros mismos cuando alguien a quien amamos se debilita en sentido espiritual.

¿Qué podemos hacer para sobrellevar situaciones como estas? A fin de responder a esta pregunta, veamos el modo de actuar de Jehová ante las decepciones.

Concéntrese en la solución

Aunque Dios cuidó de la primera pareja humana, ellos fueron desagradecidos y se rebelaron (Génesis, capítulos 2, 3). Con el tiempo, su hijo Caín desarrolló una mala actitud y, desoyendo las advertencias divinas, asesinó a su hermano (Génesis 4:1-8). ¿Puede imaginarse lo decepcionado que se sintió Jehová?

Sin embargo, aquel desengaño no le robó a Dios su felicidad. ¿Por qué no? Porque se concentró en su propósito de llenar la Tierra de seres humanos perfectos y continuó trabajando para lograrlo (Juan 5:17). Con ese objetivo en mente, proporcionó el sacrificio de Cristo y estableció su Reino (Mateo 6:9, 10; Romanos 5:18, 19). Jehová no se concentró en el problema, sino en la solución.

La Palabra de Dios nos anima a concentrarnos en las cosas positivas, y no torturarnos pensando en lo que podría haber ocurrido o deberíamos haber hecho. En ella leemos: “Cuantas cosas sean verdaderas, cuantas sean de seria consideración, cuantas sean justas, cuantas sean castas, cuantas sean amables, cuantas sean de buena reputación, cualquier virtud que haya y cualquier cosa que haya digna de alabanza, continúen considerando estas cosas” (Filipenses 4:8).

Cómo ver las decepciones

La vida puede cambiar radicalmente por muchas razones. Por ejemplo, podríamos perder de repente a nuestro cónyuge, el empleo o los privilegios que tenemos en la congregación, así como la salud, la casa o los amigos. Ante un cambio de ese tipo, ¿qué podemos hacer?

A algunos les ha sido muy útil fijar prioridades.

La Palabra de Dios nos anima a concentrarnos en las cosas positivas, y no torturarnos pensando en lo que podría haber ocurrido

La mayoría de nosotros solemos exagerar los aspectos negativos cuando sufrimos una decepción. Por ejemplo, nuestros esfuerzos por criar un hijo, obtener un empleo o predicar las buenas nuevas en un campo extranjero tal vez no den los frutos esperados. Puede que pensemos: “Soy un total fracaso”. Pero tal como el decepcionante comienzo de la familia humana no hizo de Dios un fracasado, nosotros no somos un fracaso solo porque las cosas no nos salgan bien a la primera (Deuteronomio 32:4, 5).

También es fácil que nos amarguemos cuando los demás nos decepcionan. Pero Jehová no reacciona así. Sin duda, el rey David decepcionó a Dios cuando cometió adulterio y luego asesinó al esposo de la mujer. Pese a todo, Jehová vio la sinceridad del arrepentimiento de David y no dejó de considerarlo su siervo. Igualmente, el fiel rey Jehosafat cometió un error al aliarse con los enemigos de Dios. Debido a ello, el profeta de Dios le dijo: “Por esto hay indignación contra ti procedente de la persona de Jehová. No obstante, hay cosas buenas que se han hallado contigo” (2 Crónicas 19:2, 3). dios consideró que un solo error no convertía a Jehosafat en un traidor. De la misma manera, evitaremos perder nuestros amigos si no reaccionamos exageradamente cuando estos se equivocan. Puede que un amigo nos haya decepcionado alguna vez, pero no por eso deja de tener buenas cualidades (Colosenses 3:13).


Dios es feliz pese a los fallos humanos, pues sabe que su propósito se cumplirá sin falta


Las decepciones bien podrían considerarse como experiencias inevitables en el camino de la vida. Por ejemplo, quizás nos sintamos decepcionados con nosotros mismos cuando pecamos. Pese a esto, podemos reponernos si tomamos medidas concretas y seguimos adelante. Cuando el rey David se sintió sumamente decepcionado consigo mismo, oró a Jehová: “Se me gastaron los huesos por mi gemir todo el día. [...] Por fin te confesé mi pecado [...]. Y tú mismo perdonaste el error de mis pecados” (Salmo 32:3-5). Si nos damos cuenta de que no hemos hecho lo que Dios espera de nosotros, tenemos que pedirle perdón, hacer cambios y resolvernos a acatar los consejos divinos de ahora en adelante (1 Juan 2:1, 2).

Prepárese ahora para las decepciones futuras

No hay duda de que todos nos enfrentaremos a algún tipo de decepción en el futuro. ¿Cómo podemos estar preparados? Resultan muy interesantes los comentarios de Bruno, un cristiano de edad que sufrió una desilusión tan grande que le cambió la vida. Nos dice: “En mi caso, el factor más importante para hacer frente a la decepción fue que seguí haciendo lo mismo que hasta entonces para fortalecer mi espiritualidad. Además, había aprendido por qué permite Dios que este mundo tan cruel siga existiendo y había dedicado muchos años a desarrollar una relación íntima con Jehová. Y doy gracias por ello, porque saber que podía contar con Jehová me ayudó a sobrellevar la depresión”.

En cuanto al futuro, podemos estar seguros de lo siguiente: sea que nos decepcionemos a nosotros mismos o que sean otros los que nos decepcionen, Jehová nunca nos defraudará. De hecho, él mismo ha declarado que su nombre significa “Yo resultaré ser lo que resultaré ser” (Éxodo 3:14). Esto nos da la seguridad de que llegará a ser lo que haga falta para cumplir sus promesas. Ha prometido que mediante su Reino se llevará a cabo su voluntad, “como en el cielo, también sobre la tierra”. Por esta razón, el apóstol Pablo pudo escribir: “Estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni gobiernos, [...] ni ninguna otra creación podrá separarnos del amor de Dios que está en Cristo Jesús” (Mateo 6:10; Romanos 8:38, 39).

Por lo tanto, podemos esperar con confianza el cumplimiento de la promesa que Dios hizo a través del profeta Isaías: “Voy a crear nuevos cielos y una nueva tierra; y las cosas anteriores no serán recordadas, ni subirán al corazón” (Isaías 65:17). ¡Qué maravilla saber que, dentro de poco tiempo, ya no nos angustiará el recuerdo de las decepciones sufridas!

LA SOLEDAD

EN LA sociedad actual hay muchas personas —de toda edad, raza, clase y religión— a las que abruma la soledad. ¿Le ha ocurrido esto al lector en algún momento, tal vez incluso este mismo día? Lo cierto es que todos necesitamos de vez en cuando a un compañero que nos escuche, nos tranquilice o comparta nuestros pensamientos y emociones más íntimos, alguien que nos comprenda y se interese por lo que llevamos dentro.

Mujer sola mirando por la ventana

Pero vivir sin compañía no es forzosamente negativo. Hay quienes pasan mucho tiempo así y no obstante disfrutan de lo que hacen. Otros, en cambio, no lo soportan. Examinemos varias definiciones delDiccionario Salamanca de la lengua española. He aquí el significado de soledad: “Tristeza que se siente por la ausencia, muerte o pérdida de una persona o cosa [...]. Ausencia voluntaria o involuntaria de compañía”. (Así pues, esta condición a veces se elige, y no siempre incomoda.) El término solotambién posee un sentido neutro: “Que no tiene compañía”, y otro negativo: “Que no tiene familia ni amigos, nadie que le ayude, proteja o consuele”. (Tal estado es angustioso y conviene remediarlo.) Así mismo, solitario es el que “gusta de estar en soledad o [el] que vive en soledad”.

1. Chica en una escuela nueva. 2. Anciana mirando una foto antigua

Los cambios, como ir a una nueva escuela o perder el cónyuge, suelen ocasionar soledad

La soledad indeseada suscita intensas emociones—a menudo dolorosas— de vacío, aislamiento o separación, lo que a su vez suele infundir temor y sentimientos de desamparo. ¿Ha experimentado usted tales sensaciones? ¿A qué pueden deberse?

A cada uno nos afectan de distinta manera los problemas y demás situaciones conflictivas. Por ejemplo, pudiéramos percibir que se nos rechaza por nuestra apariencia, raza o religión. O si nos mudamos a un nuevo entorno —escuela,empresa, vecindario, ciudad o país— tal vez tengamos que dejar atrás viejos amigos, lo que propiciará la soledad. La muerte de los padres o del cónyuge pudiera dejar a los seres queridos solos por años. Además, el paso del tiempo lleva a que el círculo de amistades y otras relaciones cambie, se reduzca o incluso desaparezca por completo.

Hombre solitario
NO ES fácil sobrellevar la soledad, pues entran en juego emociones muy intensas. ¿Cómo se pueden superar? ¿De qué forma lo logran algunos?

El matrimonio no es un antídoto infalible contra la soledad, ya que la incomprensión mutua o la incompatibilidad de caracteres crean tensiones que fomentan la inseguridad e incluso el aislamiento, sea en el caso de los esposos o los hijos. Pero además de la tristeza que produce la viudez, el divorcio o el aislamiento físico o emocional, hay otra soledad que puede ser muy negativa: la sensación de estar apartado de Dios por haberse enfriado la relación personal con él.

Cómo encaran la soledad

Aunque a Elena* le gusta estar sola cuando va a tomar ciertas decisiones, opina que la soledad a veces encierra peligro. De pequeña no tenía buena comunicación con su familia. Dado que no sabía cómo obtener su atención, se encerraba en su cuarto. “Me encontraba muy deprimida—explica— y llegué a padecer trastornos alimentarios. Me decía: ‘¿Por qué preocuparme por los problemas de mis padres cuando ellos no se preocupan por los míos?’. Estuve buscando el matrimonio como una salida y como una forma de llenar el vacío que sentía. Pero luego reaccioné y pensé: ‘¿Para qué voy a arruinarle la vida a otra persona? ¡Primero tengo que poner mis ideas en orden!’. Así que le oré a Dios derramando ante él mi angustia.

”Encontré en la Biblia palabras alentadoras, como las de Isaías 41:10: ‘No tengas miedo, porque estoy contigo. No mires por todos lados, porque soy tu Dios. Yo ciertamente te fortificaré. Yo [...] verdaderamente te ayudaré. Sí, [...] te mantendré firmemente asido con mi diestra de justicia’. Este pasaje me animó mucho porque me sentía sola y sin padre. Hoy leo la Biblia regularmente y hablo con mi Padre celestial. He aprendido a vencer la soledad.”

Mujer sentada sola

¿Cómo se afronta la soledad?

La tristeza por la muerte de un ser querido puede convertirse en soledad. Luisa, de 16 años, relata su difícil situación: “Mi padre falleció en circunstancias trágicas cuando yo tenía cinco años. Aunque recurrí a mi abuela en busca de consuelo, nunca percibí que me amara. Me faltó el cariño en la infancia, cuando más lo necesitaba. Así que, cuando tenía entre ocho y nueve años de edad, traté de quitarme la vida en tres ocasiones, convencida de que sería lo mejor para mi familia, ya que mi madre se las arreglaba a duras penas para alimentarnos a mis tres hermanas y a mí. He cambiado mucho. Ahora logro sonreír y sé expresarle a mi madre mis alegrías y tristezas. A veces me atacan los recuerdos, pero no como cuando intentaba suicidarme o dejaba de hablar a mis seres queridos. Tengo siempre presentes las palabras del salmista David: ‘Por amor a mis hermanos y mis compañeros ciertamente hablaré ahora: “Haya paz dentro de ti”’” (Salmo 122:8).

Marta lleva divorciada veintidós años, durante los cuales ha criado a un hijo. “Cuando creo que he fallado en algo—señala—, reaparecen los sentimientos de inutilidad y soledad.” ¿Cómo les hace frente? “He visto —prosigue—que lo mejor es hablar cuanto antes con Dios. Cuando le oro, sé que no estoy sola, pues él me comprende mejor que yo misma. También procuro interesarme de algún modo por los demás. Dispongo de un arma eficaz contra las emociones negativas: la evangelización de tiempo completo. Cuando hablo con mis vecinos acerca de las bendiciones del Reino de Dios y veo que no tienen esperanza alguna porque están convencidos de que sus problemas son irremediables, me doy cuenta de que tengo muy buenas razones para vivir y seguir en la lucha.”

Usted también puede lidiar con la soledad

Sea usted joven o mayor, soltero o casado, y sin importar si ha perdido a sus padres o a algún otro ser querido, o si sufre de un tipo distinto de soledad, existen formas de controlar sus sentimientos. A Jocabed, de 18 años, la abandonó su padre —al igual que a los otros cinco miembros de su familia— para irse al extranjero. Esta es su recomendación: “Hay que hablar. Es importante que nos expresemos, pues si no, nadie nos va a entender. Además, no se debe pensar demasiado en uno mismo. Conviene buscar el apoyo de personas maduras y no de jóvenes que pueden estar peor que nosotros”. Luisa, de quien ya hablamos antes, hace esta observación: “Si le oramos de corazón, Jehová nos ayuda a salir del callejón sin salida”. Por otro lado, Jorge explica cómo lucha contra la soledad tras haberse quedado viudo: “Hay que ser persistente. A mí me ayuda mucho interesarme por los demás. Si procuramos comprender los sentimientos de nuestros oyentes, podremos mantener conversaciones significativas y descubrir su belleza interior” (1 Pedro 3:8).

LA AUTORIDAD EN EL MATRIMONIO


EN MUCHOS países, las ceremonias nupciales incluyen el tradicional intercambio de votos en los que la novia promete respetar al novio. Sin embargo, numerosas mujeres se resisten ante la idea de que el hombre sea el cabeza del hogar. ¿Qué dice la Biblia


sobre el tema? Lo invitamos a comprobar que su postura es equilibrada y práctica.


El principio de autoridad como lo define Dios

La definición bíblica del principio de autoridad es, básicamente, la que se halla en Efesios 5:22-24, donde dice: “Que las esposas estén en sujeción a sus esposos como al Señor, porque el esposo es cabeza de su esposa como el Cristo también es cabeza de la congregación [...]. De hecho, como la congregación está en sujeción al Cristo, así también lo estén las esposas a sus esposos en todo”. Como “cabeza de su esposa”, el hombre tiene que dirigir a la familia, y la esposa ha de respetarlo y seguir su dirección (Efesios 5:33).

La autoridad del esposo queda limitada por su propia sujeción a Dios y a Cristo. En


otras palabras, no está autorizado a exigir

que su esposa quebrante las leyes divinas o que pase por alto su conciencia educada por la Biblia. Dentro de estos límites, sin

embargo, Dios le ha otorgado la responsabilidad de tomar las decisiones importantes de la familia (Romanos 7:2; 1 Corintios 11:3).

Cuando la autoridad se ejerce según el modelo de Cristo, ambos cónyuges experimentan felicidad y satisfacción

La Biblia pide a los esposos que ejerciten su autoridad sin egoísmo, anteponiendo la ventaja de su esposa a la suya propia. Efesios 5:25 dice: “Esposos, continúen amando a sus esposas, tal como el Cristo también amó a la congregación y se entregó por ella”. Por tanto, el esposo que sigue el excelso ejemplo de amor de Cristo no ejercerá su autoridad pensando solo en sí mismo.

Además, la Biblia le ordena que viva con su esposa “de acuerdo con conocimiento” (1 Pedro 3:7). Hacer esto implica más que ser consciente de las diferencias físicas y emocionales entre hombre y mujer: debe comprender las necesidades particulares de su esposa.

“Ella es tu socia”

¿Tendrá la mujer que ser completamente pasiva por el hecho de estar en sujeción? Para responder esta pregunta veamos el ejemplo de Sara, mencionada en la Biblia como modelo de obediencia a su esposo, Abrahán (1 Pedro 3:5, 6). Ella demostró su sumisión tanto en aspectos importantes como en aspectos triviales, que iban desde abandonar un cómodo hogar y llevar una vida nómada hasta preparar un banquete sin que se le avisara con antelación (Génesis 12:5-9; 18:6). No obstante, cuando surgió un asunto serio, expresó reiteradamente su punto de vista contrario al de él. Esto sucedió cuando ella quiso expulsar a Agar, la concubina de Abrahán, y a su primogénito, Ismael. En vez de reprender a Sara, Dios le dijo a Abrahán: “Escucha su voz”. Mientras tanto, Sara siguió sujeta a su esposo y dejó que él actuara en vez de intentar ella misma echar a la sierva y a su hijo (Génesis 21:8-14).

El ejemplo de Sara demuestra que en lugar de vivir eclipsada por el marido, la esposa ha de ser su “socia” y merece un sitio de honor (Malaquías 2:14). Como socia que es, aporta ideas valiosas en cuanto a las decisiones familiares y tiene cierto grado de autoridad para encargarse de muchos asuntos de la casa, incluidos algunos aspectos económicos. Claro está, como cabeza de la familia, el esposo tiene la responsabilidad de tomar la decisión final (Proverbios 31:10-31; 1 Timoteo 5:14).

Respeto por el Autor

Dios creó al hombre y a la mujer y los unió en sagrado matrimonio (Génesis 2:18-24). Además, a cada uno le marcó funciones particulares que le reportarían felicidad en sumo grado (Deuteronomio 24:5; Proverbios 5:18).

Como Autor del matrimonio, Dios tiene tanto el derecho como la capacidad de fijar las normas que estime convenientes. Los cónyuges que cumplen con sus funciones respectivas y siguen las normas divinas, no solo por su utilidad, sino por respeto a la autoridad de Dios, reciben su favor y su apoyo

PROTEGE A LOS NIÑOS DEL ABUSO SEXUAL




UNA joven con quien su propio hermano y su cuñado se propasaron cuando ella era niña dice: "Tenía miedo, así que no se lo dije a nadie. Por eso quiero aconsejar a todos los padres: ‘Por favor, enseñen a sus hijos e hijas a no permitir que nadie en la familia, o fuera de la familia, les ponga las manos encima de algún modo incorrecto. Si alguien trata de hacerlo, no tengan miedo de denunciarle’". Ella añade: "¡Esto puede ocurrir a cualquier niño en cualquier momento!".

En este mundo degenerado, tenemos que tomar medidas definidas para proteger a nuestros hijos del abuso sexual. No es prudente dejar las cosas a la casualidad y simplemente esperar que nada ocurra.

La prime


ra línea de defensa

La primera línea de defensa es evitar las situaciones que dejen vulnerables a nuestros hijos. Por ejemplo, a los padres se les aconseja que sean prudentes con respecto a dejar sus niños al cuidado de adultos jóvenes

que apar

entemente prefieran estar con niños más bien que con personas de su misma edad. Cierto sicólogo clínico informa que dos terceras partes de los culpables de abuso sexual a quienes está tratando cometieron el delito mientras cuidaban de niños.

La doctora Suzanne M. Sgroi menciona otras dos situaciones que han llevado al problema: El que niños compartan camas o habitaciones con adultos o adolescentes; y las grandes reuniones familiares en que los mayores se ocupan de divertirse y simplemente suponen que los hijos mayores están cuidando de los menores.

La verdad es que, mientras más tiempo estén nuestros hijos bajo nuestra supervisión personal, menos oportunidad tendrán los que se propasan de influir en ellos de modo corrupto. Ann, madre de tres hijos, va hasta el punto de no permitir que su hijo menor, un muchacho de 14 años de edad, pasee por el centro comercial —o siquiera entre en los cuartos de aseo públicos— a solas. El muchacho probablemente opine que esto es muy restrictivo, pero su madre tiene motivos para hacerlo. Alguien se propasó con ella cuando era niña.

No obstante, los padres no siempre pueden vigilar de cer

ca a sus hijos. Los padres y las madres que tienen su empleo tal vez no tengan otro remedio que valerse de los servicios de una guardería infantil, o dejar a sus hijos con parientes o niñeras. Los niños tienen que ir a la escuela, y los padres no siempre pueden estar con ellos. Los parientes y las amistades visitan a la familia. ¡Y además están los vecinos! ¿Cómo podemos proteger a nuestros hijos, si ellos son tan vulnerables? En realidad, solo hay una manera...

Hable con su hijo acerca del peligro

La sicóloga Debrah Shulman dijo: "Es insensato hacer creer a los niños que no hay peligros. Los niños se dan cuenta de que son vulnerables, y naturalmente se preocupan por su propia seguridad. Parte de la función de un padre [o una madre] es darles los instrumentos para enfrentarse con el peligro de modo realista. Si tal informaci

ón se presenta de modo sincero y positivo, no amenazará a los niños, sino que los tranquiliz

ará". Sí, tenemos que hablar con ellos sobre el asunto.

Es fácil decirlo, pero no tan fácil hacerlo, especialmente en vista de que el peligro más grande proviene de las amistades y los parientes. Puede que ya hayamos prevenido a nuestros hijos contra el desconocido que quiera convencerlos de que vayan al bosque o llevárselos en un automóvil. Pero ¿cómo podemos darles "los instrumentos" para que se protejan de las personas a quienes conocen, respetan y hasta aman?

Que sigan su instinto

Ann, la m

adre a quien mencionamos anteriormente, informa que solo tenía cinco años de edad cuando un pariente se propasó con ella. Sin embargo, ella sabía que él estaba haciendo algo incorrecto, aunque no sabía cómo

impedírselo. Y, desgraciadamente, no podía hablar sobre el asunto co

n sus padres. Las vías de comunicación no eran muy buenas en aquel tiempo.

La experiencia de Ann demuestra que los niños generalmente tienen un sentido natural de lo que es bueno y decente. Nosotros tenemos que fortalecer ese instinto, decirles que ellos deben hacer caso de su instinto aunque un adulto les diga lo contrario. A menudo una respuesta simple y categórica, como: "¡No, no quiero que hagas eso!", basta para disuadir al que quiere propasarse. La experiencia de Ann también muestra que tenemos que mantener abiertas las vías de comunicación con nuestros hijos.

Hace poco c

ierto esposo y su esposa estaban considerando este problema entre sí. Preocupados, preguntaron a su hija si alguien se había propasado con ella alguna vez. Se horrorizaron cuando la hija contestó afirmativamente. Un viejo amigo en quien la familia confiaba lo había hecho varias veces. La familia tenía excelente comunicación con sus hijos, de modo que ¿por qué no había dicho nada antes la hija? Sencillamente porque no sabía abordar el asunto. Una vez que se mencionó el asunto, la hija estuvo muy dispuesta a considerarlo.
Si ocurriera lo peor

Ningún padre ni madre puede proteger completamente del abuso sexual a su hijo o hija, aunque el tomar precauciones sensatas disminuye e


normemente la posibilidad de que ocurra algo. No obstante, si los padres han establecido buena comunicación familiar, tal vez los hijos e hijas hablen de ello en caso de que ocurriera lo peor. Sin emba


rgo, a veces la conmoción, o la vergüenza, que tal experiencia causa a los niños hace que ellos no quieran hablar del asunto. Por consiguiente, los padres tienen que estar alerta. He aquí algunos indicios que los investigadores dicen que quizás muestren que algo ha ocurrido.

Sospeche

n de cualquier cambio en la rutina normal. En cierto cas

o, un maestro pedía a ciertos niños que fueran a la escuela mucho antes que los demás. Observe cualquier indicio revelador en los niños, como calificaciones escolares que empeoran o inquietud extrema al estar cerca de cierto adulto.

Presten a

tención a síntomas físicos, como dolores de cabeza, v

ómitos o pérdida de apetito, y dificultad en conciliar el sueño. Los problemas genitales, como el dolor, son particularmente importantes. Estén pendientes de tendencias precoces respecto a lo sexual que se manifiesten en el habla, la vestimenta o la conducta. Estén alerta a cambios súbitos en conducta que pudieran indicar que hay un problema. Si el niño se vuelve más reservado que de costumbre o tiende

a evitar a cierto miembro de la familia, esto debe servirles de advertencia. También tenemos que estar atentos a los mensajes indirectos que nuestros hijos nos comunican. La declaración: "Ya no me gusta el maestro de matemáticas", tal vez sea el modo como el niño o la niña trata de sacar a colación este asunto dificultoso.

Si los padres observan cualquier indicio como ése en su hijo o hija, deben tratar de averiguar qué anda mal. El niño o la niña tiene un problema, y tal vez sea un problema de abuso sexual. Si así es, el niño o la niña necesita ayuda. Desgraciadamente, muchos niños no reciben

dicha ayuda. A los niños con quienes alguien se ha propasado se les ha acusado de haber inventado el incidente, aunque los investigadores nos aseguran que los niños rara vez, si acaso alguna, inventan acciones de esa índole. El incesto se ha encubierto para no desbaratar la

familia.

No obstante, si se descubre que alguien se ha propasado —y ha habido especialmente incesto— , hay que dar dos pasos inmediatamente:

Primero, el niño o la niña en cuestión —y otros niños también— tiene que recibir protección de cualquier ot


ro incidente abusivo. Esto tiene que hacerse, cueste lo que cueste. En muchos casos hay que hacer frente al culpable de haberse propasado. Pero sea lo que sea que se requiera, es importante que el niño o la niña tenga la seguridad de que el culpable de haberse propasado

nunca podrá acercársele de nuevo.

Segundo, hay que dar al niño o la niña mucho amor y apoyo emocional. Los padres tienen que explicar con mucha claridad a la pequeña víctima que ella no tiene la culpa. El delito y cualquier

cosa que ocurra como resultado de éste —incluso si un pariente cercano va a parar en la prisión— no es culpa del niño o la niña. ¡Pero dichas palabras tranquilizadoras hay que repetirlas muchas veces, de modo que la víctima llegue a creerlas... y crea que los padres las creen también!

¿Cómo p

odemos hablarles del asunto?

En primer lugar, tenemos que sacar a colación el tema. Una manera que se sugiere es que si en el noticiario se informa acerca de un escándalo, los padres pudieran utilizarlo como una oportunidad para preguntar a sus hijos: "¿Te ha hecho alguien alguna vez algo parecido?", y luego pase a decirles cómo obrar si alguien trat

ara de hacerlo.

Los padres que enseñan a sus hijos acerca de la Biblia pueden utilizar partes de ella como puntos de partida. Pueden utilizar la historia de Dina, la hija de Jacob, para explicar cuáles son los límites en cuanto a lo que una persona puede hacer a otra (Génesis 34:1-4). La historia de Tamar y Amnón puede utilizarse para mostrar que hay cosas que ni siquiera se permite que parientes cercanos hagan entre sí (2 Samuel 13:10-16). Y debemos asegurarnos de que ellos entiendan que si algo de esa índole les ocurriera, nosotros queremos saberlo. No nos enfadaremos con ellos si nos lo dicen.

Alguien se propasó con Mary cuando ella era una niñita, así que ella se aseguró muy bien de poner a sus tres hijas en guardia contra los que quisieran propasarse. ¿Cómo lo hizo? Tan pronto como las hijas tenían suficiente edad para entender, ella les dijo: "Si alguien las toca en las partes indebidas, dí

ganmelo y no me voy a enfadar". ¿Cómo sabrían ellas cuáles eran las partes indebidas? Mary dice que se las mostró cuando ellas tenían unos tres años de edad. Cuando las bañaba o las preparaba para dormir, les señalaba las partes del cuerpo que otras personas no les deberían tocar. A medida que ellas iban creciendo, les planteaba situaciones: "Nadie debe tocarlas ahí, aun cuando sea un maestro o un policía. Ni siquiera mamá o papá debe tocarte allí. ¡Y un médico puede tocarte ahí solo si mamá o papá está contigo!".

¿Surtió esto efecto? Mary recuerda una ocasión en que un pariente estaba jugando con la hijita de ella de 6 años de edad. Las cosas que el pariente estaba haciendo comenzaron a hacer que la niñita se sintiera incómoda. ¿Qué hizo ella? Sencillamente se alejó de él. Mary no está segura si el pariente tenía malas intenciones o no. Pero está contenta de que su hija supo apartarse de la situación cuando ésta comenzó a parecerle "incorrecta", o "extraña".


Por consiguiente, tal como los padres dan a sus hijos advertencias en contra de irse con desconocidos, jugar en una calle donde hay tráfico constantemente, y poner las manos en cables que conducen electricidad, así también deben hablarles acerca de evitar que alguien les falte al respeto en sentido sexual. Deben explicarles los límites del cuerpo que otras personas —incluso sus propios padres— no deben traspasar. Deben decirles claramente que si algo ocurriera, ellos querrían saberlo. Y no van a echar la culpa a los hijos.

El juego "¿qué tal si [...]?"

A veces los adultos se valen de su experiencia e inteligencia más extensa para engañar a los niños y hacer que se unan a ellos en alguna actividad impropia, y los niños quizás no noten el engaño sin recibir ayuda. Por eso Linda Tschirhart Sanford, autora del libro The Silent Children, sugiere un medio que pudiera utilizarse para contrarrestar esto de antemano: el juego "¿qué tal si [...]?". Pregunte a sus hijos de vez en cuando qué harían ellos en ciertas situaciones: "¿Qué tal si quien te estuviera cuidando te dijera que podrías quedarte viendo la televisión hasta tarde si te metieras en la bañera con él y jugaras ciertos juegos? ¿Qué le dirías?" "¿Qué tal si alguien a quien tú conoces te llevara a dar un paseo en automóvil y quisiera poner las manos donde no debe? ¿Qué harías tú?" "¿Qué harías si un amigo de mayor edad te tocara de un modo que no te gustara, o quisiera desvestirte y jugar un juego secreto contigo?".

Enseñe a sus hijos los nombres correctos de las partes del cuerpo

Al enseñar al hijo o hija a contestar debidamente, los padres pueden mostrarle que hay ocasiones en que él o ella puede decir no a un adulto. También hay ocasiones en que los hijos deben revelar secretos. Si se les enseña a decir cosas como: "Voy a preguntar a mamá primero", podrán desanimar a la mayoría de los que quieran propasarse. Si el niño o la niña aprende las respuestas correctas en el juego "¿qué tal si [...]?", estará adquiriendo algunos buenos instrumentos para protegerse. Si él o ella da una respuesta incorrecta, entonces, repita la pregunta y sugiera una respuesta diferente.

Denles las palabras

La siguiente experiencia muestra otro problema que afrontan los niños en relación con el abuso sexual: Una señora relata que alguien abusó de ella cuando era niña, y ella trató de decírselo a su madre. Pero no sabía las palabras correctas y no podía explicarle lo que había ocurrido. La madre creía que alguien simplemente había tratado de mostrarle cariño y que la niñita había malentendido la situación y la había exagerado.

Debido a experiencias parecidas a ésa, los asistentes sociales animan a los padres a enseñar a sus hijos los nombres correctos de las partes del cuerpo. Denles el vocabulario para expresarse en caso de que ocurriera lo peor.

Alertas, pero equilibrados

Una de las peores pesadillas de un padre o una madre es que alguien se propasara en sentido sexual con su hija o hijo. No obstante, tenemos que recordar que la mayoría de los adultos no van a propasarse con nuestros hijos. La mayoría de nuestros parientes los aman y estarán tan interesados como nosotros en protegerlos del abuso sexual.

Por otra parte, eso puede ocurrir. Y no basta con simplemente esperar que no ocurra. El proverbio bíblico dice: "Sagaz es el que ha visto la calamidad y procede a ocultarse" (Proverbios 22:3). Por consiguiente, es prudente obrar con cautela, especialmente en vista de los tiempos en que vivimos. Si evitamos, al mayor grado posible, el poner a nuestros hijos en situaciones que los dejen vulnerables, si les explicamos los límites que ni siquiera los adultos deben pasar, y si les enseñamos cómo reaccionar en caso de que cualquier adulto trate de pasar esos límites, entonces estamos haciendo muchísimo para proteger a nuestros hijos del que quiera propasarse.

¿AMOS O ESCLAVO DEL DINERO?

¿HA OÍDO hablar del mal del dinero? Según se informa, afecta a buena parte de la población mundial. ¿De qué se trata?

El doctor Roger Henderson, especialista en salud mental del Reino Unido, acuñó hace poco la expresión “mal del dinero” para designar los síntomas físicos y psicológicos que presentan las personas agobiadas por su situación económica. Entre los síntomas figuran dificultades respiratorias, dolor de cabeza, náuseas, irritación de la piel, falta de apetito, arrebatos de ira injustificados, nerviosismo y pensamientos negativos. De hecho, el doctor Henderson afirma que “las preocupaciones económicas constituyen una importante causa de estrés”.

No es de extrañar que en los pasados meses una creciente cantidad de personas haya sufrido los efectos de los problemas económicos. La crisis financiera por la que hoy atraviesan muchos países ha ocasionado la pérdida a gran escala de empleos, casas y ahorros personales. Importantes entidades financieras han quebrado y hasta las naciones más ricas han adoptado medidas urgentes para impedir el colapso. Además, el alza de los productos básicos es otro motivo de gran preocupación para los países en desarrollo.

Dinero

Sin embargo, aun en tiempos de bonanza, como en años anteriores, mucha gente sufre a causa del dinero. Por ejemplo, el diario sudafricanoThe Witness informó que en África se había extendido “una plaga social de mercantilismo, consumismo y materialismo desenfrenado”. El periódico señaló que sus víctimas tendían a “despilfarrar, trabajar horas extras, endeudarse, tener sentimientos de privación y envidia, y padecer estrés y depresión”. Con razón se culpó al dinero del deterioro de la calidad de vida en el continente africano.

Antes de la actual crisis financiera, la India experimentó un período de crecimiento económico. La revista India Today International señaló que en el año 2007 se alcanzaron en el país “cotas de consumo nunca antes vistas”. Las autoridades temían que ese auge provocara disturbios generalizados.

Por esas mismas fechas, entre los adultos jóvenes de Estados Unidos estaba de moda despilfarrar sus ingresos en artículos de lujo. Con todo, su poder adquisitivo no los hacía felices, pues los expertos indicaron que tal prosperidad constituía una de las principales causas de alcoholismo, depresión y suicidio. Una encuesta reveló que “ni siquiera 1 de cada 3 estadounidenses” se consideraba feliz a pesar de nadar en la abundancia.

La otra cara de la moneda

Por otro lado, tanto en épocas de vacas flacas como de vacas gordas ha habido ricos y pobres viviendo relativamente libres de la angustia que generan el dinero y las posesiones. Veamos lo que marca la diferencia.

Los autores de un informe titulado The Meaning of Money(Lo que el dinero significa) señalan que la vida de algunas personas “gira en torno al dinero, lo cual puede causarles tensión nerviosa y neurosis”. Pero subrayan que “quienes administran con cuidado sus ingresos llevan las riendas de su vida y gozan de autoestima. No son esclavos del dinero, sino sus amos”. Además, “sufren menos presiones y, por lo tanto, disfrutan de mayor tranquilidad”.

Ahora bien, ¿cuál es nuestra actitud hacia el dinero? ¿Somos sus amos, o sus esclavos? ¿Cómo nos afecta la inestabilidad financiera del mundo? Aun sin padecer el mal del dinero, todos los bolsillos, ricos o pobres, se resienten por la crisis. A continuación veremos cómo algunos cambios en el manejo del presupuesto pueden reportarnos mayor paz mental y felicidad familiar.

Cómo saber si uno es esclavo del dinero

Pareja analizando la economía familiar
  • Evita el tema del presupuesto familiar porque lo estresa
  • Las discusiones familiares a menudo giran en torno al dinero
  • No para de gastar
  • Vive preocupado por las facturas
  • No sabe exactamente cuánto gana
  • No sabe exactamente cuánto gasta
  • No sabe exactamente cuánto debe
  • Sus gastos por lo regular superan sus cálculos
  • Suele atrasarse en el pago de las facturas
  • Solo paga el mínimo de las tarjetas de crédito
  • Paga las facturas con dinero que había destinado a otros fines
  • Hace horas extras para pagar las facturas
  • Pide préstamos a fin de saldar préstamos anteriores
  • Saca de los ahorros para cubrir gastos periódicos
  • Se le hace casi imposible llegar a fin de mes
  • Cree que necesita acumular grandes sumas de dinero
  • Sufre alteraciones físicas o psicológicas

LA ACTITUD DE DIOS HACIA LA MUJER


¿Cómo podemos hacernos un cuadro completo de lo que opina Dios de las mujeres? Una manera es examinando la actitud y la manera de tratarlas de Jesucristo, que es “la imagen del Dios invisible” y la persona que refleja a la perfección el punto de vista divino (Colosenses 1:15). El modo como trató Jesús a las mujeres indica que tanto él como su Padre las respetan y que de ninguna manera aprueban la tiranía a la que se ven sometidas con tanta frecuencia en muchos países.

Analicemos la ocasión en que Jesús habló con una mujer en un pozo. El Evangelio de Juan nos cuenta que “llegó una mujer de Samaria a sacar agua” y que “Jesús le dijo: ‘Dame de beber’”. Él estuvo dispuesto a conversar con una samaritana en público, aun cuando los judíos en general no se trataban con los samaritanos. Según The International Standard Bible Encyclopedia, para los judíos, “conversar con una mujer en público era particularmente escandaloso”. No obstante, Jesús se mostró respetuoso y considerado con las mujeres y nunca albergó prejuicios raciales ni sexistas. De hecho, aquella samaritana fue la primera persona a quien le reveló que él era el Mesías (Juan 4:7-9, 25, 26).

En otra ocasión se acercó a Jesús una mujer que por doce años había sufrido de flujo de sangre, una enfermedad que la avergonzaba y le restaba energías. Cuando ella lo tocó, se sanó al instante. “Jesús se volvió y, al observarla, dijo: ‘Ten ánimo, hija; tu fe te ha devuelto la salud’.” (Mateo 9:22.) La Ley de Moisés estipulaba que una mujer en su estado no podía mezclarse con la gente, ni mucho menos tocar a nadie. Pero Jesús no la regañó, sino que la confortó con compasión y hasta la llamó “hija”. ¡Cuánto tuvo que tranquilizarla oír aquellas palabras! ¡Y qué feliz debió de sentirse Jesús al curarla!

Después de resucitar, Jesús se apareció en primer lugar a María Magdalena y a otra de sus discípulas, a quien la Biblia llama “la otra María”. Aunque pudo haberse aparecido primero a Pedro, a Juan o a algún otro de sus seguidores varones, dignificó a las mujeres permitiendo que los primeros testigos de su resurrección fueran ellas. Un ángel les ordenó que contaran a los discípulos aquel acontecimiento inaudito. Luego, Jesús les dijo: “Vayan, informen a mis hermanos” (Mateo 28:1, 5-10). Él no se dejó influenciar en lo más mínimo por los prejuicios que en su tiempo reinaban en la comunidad judía, como el de que las mujeres no podían servir de testigos en un juicio.

De modo que lejos de tener un punto de vista prejuiciado de las mujeres o aprobar de algún modo los comportamientos machistas, Jesús demostró que las respetaba y valoraba. Sus enseñanzas iban completamente en contra de la violencia hacia las mujeres, y podemos estar seguros de que su actitud fue un reflejo perfecto del punto de vista de su Padre, Jehová.
Mujeres bajo el cuidado divino

“En ningún lugar del antiguo Mediterráneo o el Oriente Próximo se concedía a la mujer la libertad de la que disfruta en la moderna sociedad de Occidente. La tónica general era la de subordinación al hombre, tal como los esclavos estaban subordinados a las personas libres, y los jóvenes, a los mayores. [...] Se tenía en mayor estima a los hijos que a las hijas, y a veces se dejaba a las niñas expuestas a las inclemencias del tiempo para que murieran.” Así describe un diccionario bíblico la actitud predominante hacia las mujeres en la antigüedad. En muchos casos, su situación era casi equiparable a la de los esclavos.

La Biblia fue escrita en un tiempo en que esta actitud se palpaba en las costumbres de la gente. Sin embargo, las leyes de Dios contenidas en ella manifestaban gran estima por la mujer, lo cual era diametralmente opuesto al concepto de muchas culturas.

Sara

DIOS protegió a Sara dos veces

El interés de Jehová por el bienestar femenino se hace patente en las múltiples ocasiones en que él actuó a favor de sus siervas. Por ejemplo, dos veces impidió que violaran a Sara, la bella esposa de Abrahán (Génesis 12:14-20; 20:1-7). 

Mostró favor a Lea, la esposa menos amada de Jacob, “abri[éndole] la matriz” para que engendrara un hijo (Génesis 29:31, 32). A dos parteras israelitas piadosas que arriesgaron la vida en Egipto para salvar a los niños hebreos de la muerte, las recompensó concediéndoles hijos (Éxodo 1:17, 20, 21). También respondió a la fervorosa súplica de Ana (1 Samuel 1:10, 20). Y cuando la viuda de un profeta estaba a punto de perder a sus dos hijos, a quienes un acreedor iba a llevarse como esclavos en pago de una deuda, Jehová no la abandonó a su suerte. Amorosamente utilizó al profeta Eliseo para multiplicarle el suministro de aceite a fin de que pagara la deuda y tuviera de sobra para su uso doméstico. Gracias a esto, ella conservó su familia y su dignidad (Éxodo 22:22, 23; 2 Reyes 4:1-7).

Los profetas condenaron reiteradamente la explotación de las mujeres y el uso de la fuerza contra ellas. Jeremías mandó a los israelitas en nombre de Jehová: “Hagan derecho y justicia, y libren de la mano del defraudador a la víctima del robo; y no maltraten a ningún residente forastero, huérfano de padre ni viuda. No les hagan violencia. Y no derramen sangre inocente en este lugar” (Jeremías 22:2, 3). Antes otro profeta había censurado a los ricos y poderosos de Israel por haberles quitado a las mujeres sus casas y haber maltratado a sus hijos (Miqueas 2:9). El Dios de justicia ve y condena tales actos, que tanto sufrimiento causan a las mujeres y a sus hijos.
La “esposa capaz”

El escritor del libro de Proverbios ofrece una descripción adecuada de la mujer virtuosa. Y puesto que está incluida en la Palabra de Dios, podemos estar seguros de que él aprueba esta bella descripción del papel y la posición que ocupa la mujer. A ella no se la oprime ni se la considera inferior; todo lo contrario, se la aprecia, se la respeta y se le tiene confianza.

La “esposa capaz” del capítulo 31 de Proverbios es enérgica y hacendosa. Trabaja con esmero en lo que es “el deleite de sus manos”. Hasta compra y vende propiedades; por ejemplo, ve un campo y lo compra. Comercia con prendas de vestir que ella misma confecciona, y además suministra cinturones a los mercaderes. No es perezosa. Por otro lado, sus palabras destilan sabiduría y bondad, y se valoran muchísimo. De ahí que su marido, sus hijos y, más importante aún, Jehová, la tengan en tan alta estima.

Las mujeres casadas no deberían ser las víctimas de hombres que se aprovechen de ellas, que las maltraten o que las sometan a abusos; más bien, han de ser el feliz y virtuoso “complemento” de sus esposos (Génesis 2:18).

Dignas de honra

Cuando el apóstol Pedro escribió a los casados sobre cómo debían tratar a sus esposas, los exhortó a imitar a Jehová y Jesucristo diciéndoles: “Ustedes, esposos, continúen [...] asignándoles honra” (1 Pedro 3:7). Honrar a una persona implica valorarla y respetarla en sumo grado. De modo que el hombre que honra a su esposa no la h
umilla ni la degrada ni la maltrata, sino que demuestra de palabra y obra, en público y en privado, que la cuida y la quiere.

Honrar así a la mujer contribuye positivamente a la felicidad de la pareja.


Desde que la humanidad cayó en el pecado, las mujeres han sido privadas de su dignidad en muchas culturas. Han soportado abuso físico, mental y sexual. Pero no es así como Jehová espera que las traten los hombres. La Biblia estipula que, por encima de los conceptos de cualquier cultura, todas las mujeres merecen honra y respeto. Este es un derecho que Dios les ha concedido.

¿APRUEBA DIOS LOS MATRIMONIOS HOMOSEXUALES?




DURANTE la ceremonia eclesiástica, un famoso obispo episcopaliano tiene frente a él a dos hombres que, de pie y tomados de la mano, formulan un “pacto [...] ante Dios y la Iglesia”. El prelado, que luce vestiduras blancas con ornamentos dorados, bendice públicamente la unión. Al final, los contrayentes se besan y abrazan, al tiempo que los concurrentes se levantan y los ovacionan. Según el obispo, tales relaciones homosexuales “son santas y merecen que se bendigan, [...] merecen que se reconozca su carácter sagrado”.

Sin embargo, otros dirigentes religiosos se oponen rotundamente a dichos enlaces. “Nos perturba sobremanera la decisión [del obispo]”, señaló Cynthia Brust, portavoz del Concilio Anglicano Americano, integrado por episcopalianos conservadores. “Bendecir uniones homosexuales —añadió— contradice las claras doctrinas bíblicas sobre el matrimonio y la sexualidad, [...] [la cual] debe limitarse al hombre y la mujer unidos en santo matrimonio.”

La apasionada polémica sobre este particular no se circunscribe al ámbito religioso. Por todo el mundo se escuchan acalorados debates políticos, ya que están en juego importantísimas cuestiones sociales, políticas y económicas que abarcan aspectos tales como pensiones, cobertura médica del cónyuge e impuestos.

Los asuntos que implican derechos civiles y reconocimientos legales suelen ser muy complejos y tienden a dividir a la opinión pública. Además, los cristianos verdaderos evitan con mucho cuidado las discusiones políticas, pues desean mantenerse neutrales (Juan 17:16).* Ahora bien, hay personas que, si bien respetan la Biblia, no saben qué opinar acerca de la homosexualidad y los casamientos entre personas del mismo sexo. ¿Qué piensa usted sobre los matrimonios homosexuales? ¿Cuál es el criterio divino acerca de la unión marital? ¿Cómo puede influir la actitud de uno en su relación con Dios?

El Creador establece la norma

Mucho antes de que los gobiernos decidieran promulgar leyes que regularan el matrimonio, nuestro Creador ya las había establecido. Dice el primer libro de la Biblia: “El hombre dejará a su padre y a su madre, y tiene que adherirse a su esposa, y tienen que llegar a ser una sola carne” (Génesis 2:24). Con respecto a la palabra hebrea traducida como “esposa”, el Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento exhaustivo,de W. E. Vine, explica que “señala a cualquier persona del sexo femenino”. Más tarde, Jesús confirmó que los cónyuges tienen que ser “macho y hembra” (Mateo 19:4).

Por consiguiente, Dios estipuló que el matrimonio fuese una unión íntima de carácter permanente entre hombre y mujer. Ambos seres están diseñados para complementarse a fin de satisfacer mutuamente sus necesidades y deseos de orden emocional, espiritual y sexual.

La conocida historia bíblica de Sodoma y Gomorra revela el criterio divino acerca de la homosexualidad. Dios declaró: “El clamor de queja acerca de Sodoma y Gomorra es ciertamente fuerte, y su pecado es ciertamente muy grave” (Génesis 18:20). El grado de depravación al que habían llegado estas ciudades se manifestó cuando el justo Lot recibió a dos visitantes. “Los hombres de Sodoma [...] cercaron la casa, desde el muchacho hasta el viejo, toda la gente en una chusma. Y siguieron llamando a Lot y diciéndole: ‘¿Dónde están los hombres que entraron contigo esta noche? Sácanoslos para que tengamos ayuntamiento con ellos’.” (Génesis 19:4, 5.) Las Escrituras añaden que “los hombres de Sodoma eran malos, y eran pecadores en extremo contra Jehová” (Génesis 13:13).

Aquellos hombres “se encendieron violentamente en su lascivia unos para con otros, varones con varones” (Romanos 1:27). Habían “ido en pos de carne para uso contranatural” (Judas 7). En los países donde hay constantes campañas en pro de los derechos homosexuales, quizás haya quienes objeten a que se aplique el calificativo contranatural a la conducta homosexual. Pero ¿acaso no es Dios el árbitro supremo en lo que respecta al orden natural? Pues bien, él dio este mandato a su pueblo: “No debes acostarte con un varón igual a como te acuestas con una mujer. Es cosa detestable” (Levítico 18:22).

Somos responsables ante Dios

Dios puede darnos la fuerza y la ayuda que precisamos para atenernos a sus preceptos y así recibir su bendición (Salmo 46:1).


La Biblia es muy clara: Dios no acepta ni pasa por alto las relaciones homosexuales. Lo mismo ocurre con las personas que “aprueban a quienes las practican” (Romanos 1:32). Y el que se celebre un “matrimonio” no las convierte en algo decente. Dios requiere que “el matrimonio sea honorable entre todos”, lo que excluye las uniones homosexuales, que él encuentra detestables (Hebreos 13:4).
Con la ayuda divina es posible que las personas “se abstengan de la fornicación” —término que incluye los actos homosexuales— y sepan “tomar posesión de su propio vaso en santificación y honra” (1 Tesalonicenses 4:3, 4). Hay que reconocer que no siempre es fácil.