ENANOS ESPIRITUALES


Dios no necesita «enanos» en su servicio (Levítico 21.20). Señor ¿seré yo un enano? Claro que no se trata de enanos físicos. Zaqueo fue un hombre pequeño, pero su corazón resultó ser el de un gigante (Lucas 19.1-10). Dios no quiere hombres y mujeres enanos de corazón y mente. Él es todo lo opuesto: da generosamente (Santiago 1.5); su mente es sabia (Romanos 11.33-34.) Sus planes y propósitos incluyen a todo el mundo (Juan 3.16). Nos ama con amor eterno (Jereremías 31.3). Con razón Dios rechaza discípulos de pequeñez, mezquinos y atrofiados.El «cristiano enano» por lo general padece de «egoítis gigantus» agudo. Se cree tan importante e irreemplazable que Dios nada puede hacer sin él. No es la voluntad de Dios que yo permanezca como un bebé espiritual. Lo malo es que si soy «enano» hacia los demás es porque lo soy también para con Dios.
No puedo ser tacaño, mezquino y lleno de prejuicios, si he abierto mi corazón a aquel cuyo corazón amoroso fluye como un río más abundante que el Amazonas. Aquí caben las palabras de Pablo: «Crezcamos en todo hacia aquel que es? Cristo» (Efesios 4.15). La medida de Jesucristo acaba con mi pequeñez espiritual. Enano es aquel cuyo crecimiento está atrofiado, no ha alcanzado su estatura normal. Es natural que un bebé sea pequeño, pero ¿será normal que un adulto lo sea? Si soy enano es porque algo sucede con mi crecimiento espiritual. No es la voluntad de Dios que yo permanezca como un bebé espiritual. Señor, ¡ayúdame a crecer y madurar a la medida de Cristo Jesús! Él no sólo es el Camino ¡sino mi Destino!