TUS ACTOS SON TAN GRANDES COMO TU AMOR


¿Porqué echó ella más que todos? Jesús lo dice: porque dio todo lo que tenía, lo cual le demandó un gran sacrificio, un sacrificio que sólo quien ama sin reservas puede hacer. (Nota 2) Lo que determina el valor de lo que uno hace es el amor con que lo hace. El amor da valor a nuestros actos. El acto más pequeño, más insignificante y más rutinario, hecho por amor a Dios o al prójimo, tiene un valor inmenso.

La acción más heroica hecha por amor de la gloria pero sin verdadero amor, vale muy poco en comparación. El que tiene todo dando de lo que le sobra, da con indiferencia porque no le cuesta dar. Aquel a quien le cuesta dar porque le falta aun lo indispensable, sólo puede dar u obligado o por amor. Hay pues aquí una regla: el amor da valor a nuestras acciones; la indiferencia quita valor aún a nuestras mejores acciones. (Nota 3).

Esta es la misma doctrina que enuncia Pablo en 1Cor 13: "si entregase mi cuerpo para ser quemado y no tengo amor, de nada me sirve." (vers.3). En otro lugar volverá Pablo sobre el tema cuando dice que "Dios ama al dador alegre" ("2Cor 9:7); esto es, a quien, aunque le cueste separarse de su única moneda, le alegra devolver a Dios una parte de lo mucho que ha recibido de Él ¡Cómo pudiéramos dar nosotros de lo nuestro con el desprendimiento y amor que mostró esta viuda! (Nota 4). La pobreza, da libertad en lo espiritual, pero la quita en lo material. Escojamos el dominio en que queremos ser libres. Es una gran verdad que las posesiones nos impiden amar a Dios; Atan nuestro corazón. En cambio el que no tiene nada puede amar a Dios con todo su corazón, porque su corazón está libre y no está apegado a lo que posee. Ese es el motivo por el cual Francisco de Asís valoraba tanto a la "hermana pobreza" y la exigía de sus seguidores. No por la pobreza misma, sino porque ella libera el corazón del hombre. (Nota 5).

¡Cuán cierta es la frase de Jesús: "Donde está tu tesoro está tu corazón"! (Lc 12:34). No hemos comprendido toda su profundidad. El que tiene un gran tesoro tiene su corazón acaparado totalmente por él, al punto que no puede amar otra cosa que no sea su dinero. El dinero se vuelve como un agujero negro que absorbe todas sus energías y las atrae a su núcleo en un remolino voraz. En cambio el que tiene poco, tiene poco de qué preocuparse "Dulce es el sueño del trabajador,-dice el Eclesiastés- coma mucho, coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia". (5:12). El que va ligero de equipaje, y esa es una buena imagen de la ausencia de posesiones, viaja más libremente y puede moverse con más libertad.

El que lleva mucho equipaje tiene mucho en qué pensar y mucho que cuidar y por eso camina dificultosamente. Sin embargo, se dice, que la pobreza es una carga pesada y que quita libertad al que la sufre. Y es cierto. ¡Qué limitado está el pobre en sus deseos y en la satisfacción de sus necesidades! En cambio el rico todo lo puede. Se da lujos sin pensar que con lo que malgasta salvaría a muchos de la miseria. Decide, manda e impone sus caprichos porque con su dinero compra las voluntades. Pero todo depende del color del cristal con que se mire, según reza el dicho. El dinero da libertad en lo material, pero la quita en lo espiritual. La pobreza es al revés, da libertad en lo espiritual, pero la quita en lo material. Escojamos el dominio en que queremos ser libres.

La mayoría de los hombres escogerá un sano término medio: "…no me des pobreza ni riqueza; manténme del pan necesario; no sea que me sacie, y te niegue, y diga ¿Quién es el Señor? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios" (Pr.30:8,9). O como dice el apóstol: "Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto." (1ª Tm.6:8). Pero hay quienes niegan esta doctrina, que es la más bíblica de todas las referentes al dinero, y predican lo contrario (Nota 6).

¡Ella encierra tanta verdad en lo que se refiere a la eficacia de la predicación! Jesús la tuvo en cuenta cuando mandó a los doce a predicar de dos en dos: "no toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas." (Lc.9:3, véase también Mt.10:9,10). Juan Bautista, Jesús, Pablo ¿llevaban puestos vestidos costosos y se desplazaban en carruajes? Si así fuera ¿quién los hubiera escuchado? ¿Se puede predicar a Cristo llevando un anillo de oro engastado con brillantes en el dedo?

Se ha criticado la época en que los prelados eclesiásticos llevaban al pecho cruces con piedras preciosas, y vivían en palacios ostentosos; tiempos en que la iglesia ya no podía decir como Pedro: "oro y plata no tengo" porque de ambas cosas estaban repletas sus arcas. Pero tampoco podía decir: "levántate y anda", porque carecía del poder para sanar enfermos (Hch.3:6). Aunque no se daba cuenta, era pobre de solemnidad en lo espiritual: "Porque tú dices yo soy rico, y me he enriquecido,, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo." (Ap.3:17).

Ahora los que criticaban con buen motivo a esa iglesia del pasado quieren imitarla. Anhelan poseer sus defectos como si fueran virtudes. El amor da valor a nuestras acciones; la indiferencia quita valor aún a nuestras mejores acciones. Este pasaje nos muestra también cómo Dios observa todos los acontecimientos humanos; penetra en el corazón del pobre y del rico "y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón" (Hb 4:12). Nuestros actos más triviales pueden tener para Él gran importancia, y los que consideramos relevantes, ninguna.

Lo que el pobre hace desde su miseria, y que nadie nota, puede ser para Dios de mucha mayor trascendencia que el acontecimiento que destacan los titulares de los diarios. La posición actual que ocupa el hombre en la sociedad y en el mundo es incierto indicio de la que ocupará en la otra vida. O, más bien, nos permite adivinar cuál será, en contraste con la presente, porque "los últimos serán los primeros y los primeros, últimos" (Lc 13:30)

También cabe preguntarse ¿por qué se fijó Jesús en la viuda? No sólo por su desprendimiento, creo yo, sino también porque padecía necesidad. Todo el que sufre o pasa hambre atrae la mirada de Dios mucho más que el que está satisfecho. Pero entonces se preguntará ¿por qué Dios no acude a solucionar sus angustias y permite que continúe su miseria? Nosotros no podemos comprender cómo Dios actúa. Su tiempo y su perspectiva es muy distinta y mucho más vasta que la nuestra (Is 55:8,9).

Pero en su momento todo dará su fruto. Los hechos ocultos aparecerán en todo su esplendor ignoto, y las que parecían proezas gloriosas las dispersará el viento como hojarasca. El pobre y el rico cosecharán lo que sembraron ("Los que sembraron con lágrimas con regocijo segarán", Sal 126:5). Mirarán atrás y verán cómo su vida fue un suspiro que pasó raudo como el viento. Y que lo que sufrieron o gozaron es poco comparado con lo que ahora les espera, porque la verdadera vida recién empieza (Nota 7).

Notas al pie

(2) En el pasaje paralelo, Mr 12:41-44, se dice que antes de hablarles de la viuda, Jesús llamó a sí a sus discípulos, que posiblemente se habían dispersado por el atrio donde se desarrolla el episodio. Si los llama es porque tiene algo importante que enseñarles.

(3) A todos nos agrada más el servicio que nos brindan con cariño que el servicio hecho con frialdad. Por eso algunas tiendas enseñan a sus empleados a sonreír a sus clientes y a estar atentos a sus deseos.

(4) A muchos extranjeros que viajan por los pueblos de nuestra sierra les choca la pobreza en que vive la gente, pero les llama también mucho la atención lo generosos que son al mismo tiempo. Se desviven por atender con lo poco que tienen a su huésped que lo tiene todo. Su grandeza de alma (porque la generosidad es grandeza) brota de su pobreza. En cambio hay muchos ricos que cuanto más tienen más tacaños son. Su dinero ha invadido su corazón y lo ha petrificado. Su riqueza los empobrece.

(5) Hace unos días regresaba de la Feria del Libro llevando unos preciosos libros que había comprado a buen precio, y me había propuesto ponerme a orar al llegar a casa. Al trasponer la puerta sentí como si el Señor me dijera: Ahora no me puedes amar porque tienes el corazón ocupado por tus libros. Y es verdad: El apego que tenemos por las cosas nos impide allegarnos a Dios. Por eso Dios a veces nos quita las cosas; es decir, permite que nos las roben o que se pierdan, para que pensemos más en Él.

(6) Soy conciente, sin embargo, que en nuestro país hay una cultura de la pobreza que limita las iniciativas y oprime a la gente, y que es bueno enseñar a la gente que con la ayuda de Dios es posible superarla y alcanzar una sana prosperidad así como prospera su alma (3Jn 2).

(7) ¡Qué contraste entre esta viuda y la viuda que presenta sus demandas al juez! (Lc 18:1-8). Mientras que la primera va humilde a depositar su ofrenda, la otra insiste tercamente en sus derechos hasta obtener lo que desea. No que estuviera mal lo que ella hizo. Al contrario, Jesús la pone como ejemplo de perseverancia en la oración. Pero la viuda pobre nos atrae más porque era humilde. Notemos también que, al desprenderse de todo que tenía para su sustento, ella hace un gran acto de fe en Dios confiando en que Él puede proveer lo necesario ¿Podemos imaginar el gozo y la paz que sintió ella cuando retornaba a su hogar? No hay nadie de quien Dios se agrade que no experimente un reflejo del gozo que proporciona a su Señor.

FIDELIDAD EN LAS FINANZAS


Parece mentira, pero entre más dinero recibimos menos tenemos. Por lo visto, tenemos poca resistencia a la tentación de gastar todo lo que nos llega a la mano y que, cuanto mayor es nuestra ganancia, más razones tenemos para gastarla. Es indudable que la administración del dinero es un gran desafío para todas nosotras. Los gastos familiares son cada vez más altos; con los hijos crecen las exigencias, y la presión de la cultura consumista se hace cada vez más fuerte.El sano crecimiento viene de la disciplina y la sensatez a la hora de llevar la mano a la cartera. Pensamos que solamente mediante un evento «milagroso», como la llegada de una herencia inesperada o la adquisición de un mejor trabajo, podremos salir de los problemas financieros y del endeudamiento excesivo.

Por doquier vemos los estragos que puede causar una mala administración de los bienes y el dinero. Personas que, poco a poco, se hunden en un mar de deudas y de compromisos que ellos mismos se imponen. Lo más triste es que estos no necesariamente están ligados a las necesidades básicas. En el peor de los casos hasta acaban con su vida por la desesperación que una terrible situación financiera les causa.

Por supuesto, cada caso es diferente. Pecaríamos de inocentes si creyéramos que todos los casos de desajuste financiero se producen por mala administración. Debemos reconocer que en nuestro continente muchas familias no reciben lo necesario para suplir ni sus necesidades más básicas y urgentes. Sin embargo, no debemos caer en el engaño de creer que planificar y administrar es solo para aquellos que tienen muchos bienes y que los que tienen menos posibilidades económicas solo pueden limitarse a gastar en lo urgente sin hacer consideraciones de prioridad.

Si no establecemos un buen sistema que regule y controle nuestros gastos, que incluya un presupuesto y la evaluación permanente de nuestros criterios, no hay dinero que sea suficiente para sostenernos. El crecimiento y los buenos resultados vienen de la disciplina y la sensatez a la hora de llevar la mano a la cartera (en nuestro caso).

El Señor está interesado en bendecirnos en todas las áreas de nuestra vida. Este deseo incluye, por supuesto, nuestra vida financiera; mas espera de nuestra parte fidelidad a sus principios sólo el libro de proverbios tiene un sinnúmero de recomendaciones sobre el manejo del dinero y los bienes y una clara conciencia de lo que agrada a Dios en cada circunstancia particular.

Hay quienes piensan que con dar el diezmo están cumpliendo todas sus responsabilidades financieras con Dios y su Obra. La realidad es que todo lo que poseemos pertenece al Señor y el 90% que utilizamos para cubrir nuestros gastos también proviene de su mano amorosa. Por esta razón, debe ser invertido con orden y prudencia.

No creo que Dios se agrade de una vida llena de deudas innecesarias y enredos financieros nacidos de deseos equivocados o inoportunos. La sabiduría y buen juicio de una persona bien puede evaluarse por la forma en que invierte su dinero.

La parábola de los talentos hace alusión a la administración de unos bienes que un señor había dejado a sus siervos. Dos de ellos, según su capacidad, hicieron buenas inversiones y, por respeto a su señor, los devolvieron multiplicados. El tercer siervo según él, por temor no trabajó, ni pensó en formas de hacer crecer ese capital que se le había encomendado. Ya son de conocimiento general las duras palabras que el señor le dirigió a este hombre.La sabiduría y buen juicio de una persona bien puede evaluarse por la forma en que invierte su dinero. Al exaltar la acción de sus otros dos siervos, resalta la fidelidad dentro del límite del encargo y expresa su satisfacción con el cumplimiento de la tarea. El «bien, buen siervo y fiel sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré…» expresado con gratitud por el señor, sigue siendo una expresión que deseamos que el Señor de Señores nos dirija a nosotras. ¡Invirtamos con gratitud y sabiduría lo que Dios nos permite tener, sin importar lo poco o lo mucho que sea!

CUESTION DE ACTITUD

Si alguien me pidiera que nombrara las enseñanzas más significativas de mi vida, sin duda incluiría en el listado al tema de las actitudes. Cuando entendí el significado de las actitudes como factores claves de la conducta humana, pude experimentar un cambio muy significativo en mi trato con los demás. Esto se evidenció especialmente en una mayor facilidad para sortear con soltura algunas de las dificultades que son naturales en la vida de relación. 

Nuestra actitud puede definirse como positiva o negativa y, según los psicólogos, somos negativos ¡en un 80 a 90% del tiempo! Frente a las distintas circunstancias de la vida que debemos encarar, expresamos estas actitudes en un «sí, puedo» o en un «no puedo».

Quizá sea en el área de nuestras relaciones con los demás en donde más influyan nuestras actitudes. El diccionario define a la palabra actitud como «postura del cuerpo», y en un sentido figurado, como «disposición de ánimo manifestada exteriormente». En otras palabras, es la evidencia física (exterior) observable en nuestros ademanes, gestos y postura, de nuestro sentir (interior). Dicho de otra manera: lo que sentimos en nuestro corazón se verá reflejado, de alguna manera, en nuestra conducta. Quizá sea en el área de nuestras relaciones con los demás en donde más influyan nuestras actitudes. Instintivamente, al estar frente a una persona, la empezamos a evaluar, tomando primeramente en cuenta su apariencia, y fijándonos después en lo que dice y hace. También tenemos en cuenta la forma en que se expresa y la manera en que hace las cosas. 

Evaluamos a las personas según lo que podríamos llamar las Cinco Áreas de Apreciación, las cuales son cómo luce, qué dice, qué hace, cómo lo dice, cómo lo hace. Aún antes de haber iniciado una conversación con alguien tomamos en cuenta su vestimenta, facciones, estatura, semblante, expresión de rostro, y todos los detalles por los cuales «luce» como persona, poniéndolos en la «balanza» de nuestra evaluación y, según la «pesada» de lo que nos agrada o desagrada, decidimos si la persona merece nuestra aprobación. Según el sentir resultante, nuestra actitud hacia esa persona será positiva o negativa. Si fuere negativa, por más cuidado que pongamos en lo que decimos, nuestro sentir trascenderá y, por ende, se resentirá la relación. 
 
Si nuestra apreciación de cómo luce la persona genera en nosotros una actitud positiva hacia ella iniciaremos una conversación influida por esa actitud, hasta que, quizás algo de lo que diga, o cómo lo diga nos produzca rechazo, con el consiguiente cambio hacia una actitud negativa. La misma reacción puede ser producida de entrada por algo que la persona haga, o el cómo lo haga. ¿Cuántas veces, por ejemplo el solo hecho de que una persona esté fumando nos vuelve negativos hacia ella, debido a nuestro sentimiento de desaprobación? Lo que la persona hace influye en nuestra actitud. Una persona puede estar comiendo, cosa que no desaprobamos en sí misma, pero sí rechazamos cómo come; nuestra actitud es afectada nuevamente como consecuencia. 

De manera que valuamos constantemente a las personas a través de estas cinco áreas en nuestra vida de relación. Sin embargo, debemos tener muy en cuenta que, así como nosotros juzgamos a los demás a través de estas cinco áreas, ellos nos juzgan a nosotros. Esto significa que, en nuestro trato con los demás, tanto nuestra actitud como la de aquel que tengamos delante de nosotros serán claves en cualquier conversación que entablemos. Una de las evidencias más claras de una actitud negativa en el trato con los demás es la que se manifiesta en la crítica o en la queja; la tendencia natural a ver lo que está mal y no apreciar lo que está bien. 


Cuando un niño llega de la escuela con su boletín de calificaciones y se lo presenta a uno de sus padres, ¿qué es lo Primero que éste comenta? ¡Así es! ¡La calificación baja! Lo hace porque esa mala nota apela a esa actitud negativa de ver lo que está mal. Pero, ¿cómo responde el hijo? ¿Coincide con el padre respecto de su mala conducta? Lo más probable es que no lo haga. Muy por el contrario, él también se pondrá en una actitud negativa justificándose con un sin número de argumentos que, con toda creatividad, irá presentando en defensa de su posición, dificultándole al padre la solución del problema por no reconocer su error. En cambio, si el padre empezara por comentar lo que está bien (y siempre hay algo bueno cuando lo buscamos con la correspondiente actitud
positiva), partiría de una base positiva sobre la cual podría edificar junto con su hijo. Podríamos ilustrar esto de la siguiente manera: 

Enfoque Negativo Padre: «¿Pero cómo? ¿Otra vez un 3 en Historia? ¡ Siempre el mismo inútil! ¿No te da vergüenza? ¡Con todo el sacrificio que hacemos para mandarte a la escuela!» (etc., etc.). Hijo: «Pero papá, ¿no ves que tengo muchos deberes para hacer, que no tengo tiempo de estudiar todo, que la maestra no nos sabe enseñar, que el compañero de banco siempre me distrae, que estuve enfermo el día de la prueba y que etc., etc.,. etc.?» Padre: No sé..... No sé... Ya no sé qué hacer contigo para que estudies 

Enfoque Positivo Padre: Veo que te sacaste un 8 en Aritmética. ¡Muy bien hijo! ¡Te felicito! ¡Estoy orgulloso de tu logro! ¿Cómo hiciste para sacarte una nota tan buena? Hijo: Y papá, imagínate. Me esforcé mucho, estudié todos los días, hice todos los deberes, me dediqué mucho. Padre: ¡Qué bien, hijo! ¡Así es como se progresa! Ahora, aquí veo que en Historia no te ha ido tan bien. ¿Qué fue lo que pasó? 

NOTA: Habiendo establecido una base positiva al comentar y señalar lo que está bien, el padre apela a lo positivo en su hijo. Al partir de esa base, es muy probable que el hijo le responda positivamente, y colabore con el padre para resolver juntos el problema. Hay una ley física que dice que a cada acción le corresponde una reacción opuesta de igual intensidad. ¡Cuán cierta es esta verdad en nuestro trato con los demás! Si nos acercamos a una persona con una actitud negativa, lo más probable es que reaccione negativamente. 

En cambio, si iniciamos una conversación con una persistente actitud positiva, aun cuando la otra persona esté negativa, terminará con una actitud positiva por la influencia de nuestra acción. Volviendo a la ilustración del niño escolar, tengamos en cuenta que ya se ha condenado a sí mismo por esa mala nota al presentarle el boletín a su padre. Con toda seguridad, su mayor deseo sería cambiarla o solucionar el problema de alguna forma, si le fuera posible. Pero si de entrada su padre lo encara con un reproche, el niño reaccionará negativamente, defendiéndose. Pero si lo encara positivamente, partiendo de una base positiva, el padre demostrará ser un líder que tiene sus ojos puestos en la solución y no en el problema.

Si debemos amar a nuestro prójimo «como a nosotros mismos», la actitud que tiene Dios para con nosotros debería trascender hacia los demás. La enseñanza es, entonces, que debemos tener muy en cuenta que las actitudes definen el resultado del trato con las personas y que, por lo tanto, para tener éxito en nuestras conversaciones con los demás debemos:
  1. Examinar nuestra propia actitud hacia la situación o la persona, y determinar si es positiva o negativa.
  2. Si nuestra actitud fuere negativa, deberemos transformarla en positiva, mirando a la otra persona desde la perspectiva de Dios, con su amor y misericordia.
  3. Debemos tener en cuenta cuál es la actitud de la persona con la cual vamos a tratar.
  4. Acercarnos a la persona de acuerdo con la actitud que manifieste. Si fuere negativa, proponernos transformarla en positiva.
El versículo citado al comienzo de este artículo resume el pasaje que comienza en el versículo 5, y que habla sobre las actitudes del viejo hombre, las que el cristiano debe dejar (v. 8) y las del nuevo hombre, de las cuales se debe vestir (v. 12). En ese pasaje se nos exhorta a «vestimos» como escogidos de Dios, santos y amados (v. 12). Si para Dios somos «escogidos, santos y amados», ciertamente esto debería afectar nuestra actitud hacia nosotros mismos en la gracia de Dios. Si debemos amar a nuestro prójimo «como a nosotros mismos», la actitud que tiene Dios para con nosotros debería trascender hacia los demás. Las actitudes mencionadas en el pasaje son: entrañable misericordia, benignidad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándonos y perdonándonos unos a otros teniendo en cuenta lo mucho que Cristo nos ha perdonado. Si tenemos este sentir, influiremos, para el Señor, en las actitudes de los demás.